viernes, 27 de abril de 2007

Entrevista publicada en Nueva Alcarria (03.03.2007)

"Los datos demuestran la presencia celtíbera, visigoda y romana en el Lago de Bolarque" (Óscar Quirós, historiador aficionado).

Quirós presentará toda la documentación sobre éstas y otras afirmaciones descubiertas con su investigación, a las 19.00 horas en Casa de Guadalajara en Madrid.

Por Miriam Pérez. PROVINCIA.

A pesar de ser titulado en Turismo y Fisioterapia, Óscar Quirós se confiesa amante de la memoria histórica. Aventurero y comprometido con la sociedad, este historiador aficionado lleva más de veinte años investigando y viajando por el mundo "descubriendo" la riqueza de las grandes culturas. Esta tarde, será el encargado de poner sobre la mesa la historia premedieval de la zona del Lago de Bolarque.

- Tras casi veinte años dedicados a viajar y a la investigación sobre culturas distintas a la Occidental, ¿Qué cuestiones te han sorprendido más de todas las descubiertas?

Lo que primero te sorprende es la realidad diaria que se sufre en la mayoría de los países. Recordemos que somos la Octava potencia económica del mundo, y las diferencias sociales están dramáticamente marcadas en la mayoría de las sociedades. Lo siguiente es que nuestra civilización no es, ni por asomo, una civilización superior a las demás, más bien, todo lo contrario... tenemos mucho que aprender de otras sociedades, de otras culturas, de otras religiones, de otras filosofías y formas de entender la vida. Los occidentales sólo nos fijamos en el poder de adquisición de los demás, sin darnos cuenta que, en ese frenético camino que nos lleva al consumo, dejamos de lado otros valores fundamentales como son la solidaridad o la familia. Puedes visitar la aldea más recóndita y paupérrima del Amazonas que a tu paso solo encontrarás niños con una sonrisa de oreja a oreja jugueteando a la orilla de un rio. Personas que te cautivan con una mirada profunda y sincera, alejada de toda maldad. Y eso te lleva a pensar que el hombre más feliz del mundo no es el que más cosas tiene, sino el que menos cosas necesita. No tienen DVD, ni video-consolas, pero son felices nadando con una nutria, ayudando a su madre a recolectar yuca, o acompañando a su padre en busca de alimento. De verdad, te hace plantearte si la vida que estamos llevando aquí es la más correcta y te hace meditar sobre si, ciertamente, es esta la mejor filosofía de vida que queremos para nuestros hijos.

- ¿Cual es tu próximo objetivo?

¿Mi próximo objetivo? Tengo varios en mente, pero sin un orden cronológico establecido.
Lo primero es ver editado mi libro sobre la Historia del Lago de Bolarque, que lleva más de un año escrito. El Ayuntamiento de Almonacid de Zorita se ha comprometido a publicarlo tras las próximas elecciones municipales por lo que, personalmente, les estoy muy agradecido.
Por lo demás, tengo el deseo de regresar en breve a Bolivia, donde ha habido unas inundaciones terribles y la población, especialmente, la infantil necesita de lo más esencial. Es una emergencia reponer las infraestructuras básicas como son la vivienda, las escuelas, el agua potable y un correcto abastecimiento sanitario. El estado boliviano, desgraciadamente, no tiene en este momento capacidad suficiente para afrontar la situación de emergencia por si solo.

- ¿Qué función juega la historia en nuestras vidas?

La memoria histórica debe ser siempre un referente para una sociedad culta. La búsqueda de la verdad histórica nos conduce a guardar lo bueno que se ha hecho en el pasado, para poder seguir su ejemplo y continuar por ese camino hacia la felicidad y la armonía. Pero, sobre todo, debemos tener presente los errores cometidos para que no vuelvan a suceder en el futuro. Naturalmente, hablo de guerras, genocidios, injusticias, desigualdades, etc... No hay mayor enemigo de una dictadura que una sociedad culta y educada en libertad.

- Centrándonos en la Conferencia que impartirás en la Casa de Guadalajara en Madrid, ¿Cuál será el objetivo de tu comparecencia?

Lógicamente, existen varios objetivos. En primer lugar, dar a conocer los nuevos yacimientos arqueológicos aparecidos en nuestra comarca y ofrecer una nueva visión de la historia, hasta ahora oculta por diferentes intereses políticos. Hasta la fecha, abres un libro de Historia de Guadalajara y parece que todo lo que ha acontecido aquí, ha sucedido tras la reconquista cristiana, cuando lo cierto es que nuestra tierra ha estado permanentemente poblada desde la época prehistorica. Luego se sucedieron los celtíberos, los romanos, los visigodos y la época musulmana. Todos estos acontecimientos históricos forman el pilar de nuestra sociedad actual, ya que sin ellos, no se podría entender el sentimiento de cohesión nacional de los españoles, ni el sincretismo de razas, culturas y religiones que constituyen hoy la realidad española e iberoamericana. El otro objetivo es evidente, la intención de dar a conocer nuestra comarca, muy olvidada en las rutas turísticas habituales, de estimular vuestro apetito viajero y de demandar un mayor apoyo de las instituciones, públicas y privadas, a la investigación, preservación y difusión de todo este legado cultural.

- Dentro de tu investigación, ¿Qué datos son los que más te han sorprendido?

Sinceramente, yo no soy más que un Técnico de Turismo, aficionado a la historia y la arqueología, enamorado de un bellísimo Lago al que llaman Bolarque. Lo que más me ha llamado la atención es la falta de coordinación y comunicación entre las distintas Universidades y los mismos historiadores contemporáneos. Yo no he descubierto nada nuevo, nada que no se halla escrito antes. Lo único que he hecho es recopilar toda esa información desperdigada y unirla en un relato coherente, en el que se aporta la documentación necesaria para demostrar la existencia de una fuerte presencia celtíbera y romana en nuestro territorio, la existencia y destrucción en una de las múltiples guerras civiles visigodas de la Recópolis de Buendía, el traslado de los supervivientes a la Recópolis de Zorita y la ocupación "pacífica" de nuestro territorio por parte de la alianza hispano-musulmana (los witizanos) de esta Nueva Recópolis de Zorita tras derrotar al grueso de las tropas favorables al Conde rebelde Don Rodrigo en la Bética. Por lo tanto, existieron dos Recópolis (eregidas en diferentes momentos de la historia) y existe un increíble legado monumental, cultural, tecnológico y militar hispano-musulmán en nuestra comarca (Zorita, Almonacid, Alcocer, Huete y Uclés).

- ¿Cuál es el origen de la zona del Lago de Bolarque? ¿Cómo llegaste a él?

La verdad es que todo ha sido una conjunción de casualidades, lecturas y mucho tiempo de estudio. Han sido tres largos años de investigación y recopilación de datos, de visitas "in situ", de intercambio de opiniones con arqueólogos, historiadores y paisanos que, en definitiva, son los más y mejor conocen su tierra. Fue, el longevo y ya desaparecido Pepe Toyos de Buendía, el que me comentó hace veinte años que al acabar la Guerra Civil Española se vió obligado a refugiarse en la Sierra de Enmedio, en las Ruinas de Recópolis. Su información no terminaba de cuadrarme ya que, simultáneamente, el Profesor Lauro Olmo estaba comenzando su espléndida labor arqueológica en lo que ya es una realidad: El Parque Arqueológico de Recópolis de Zorita de los Canes. ¿Entonces? ¿Qué eran aquellos cientos de casas en ruinas? ¿Porqué alguien había ordenado levantar una ciudad amurallada en un lugar tan abrupto y tan poco dispuesto para la agricultura y la ganadería? La curiosidad por aquellos restos de civilización se disparó tras el devastador incendio que asoló nuestra sierra en Agosto de 2.004. La vegetación, hasta entonces exhuberante, desapareció por completo y nos permitió aproximarnos a aquellas misteriosas ruinas. De la mano de la Asociación Cultural Lago de Bolarque, a la que pertenezco, y con la colaboración y el interés de personas afines como D. José Carlos Tamayo, Luis Usano o Emilio Villellas fuimos, poco a poco, recopilando los datos que me han servido, finalmente, para hilvanar la historia de la comarca. Aunque lo cierto es que, nosotros, somos meros aficionados y poco más podemos aportar. Lo lógico es que, a partir de ahora, la Junta de Comunidades se haga cargo de la Recópolis de Buendía, como un anexo necesario al Parque Arqueológico de Zorita. Que proteja las ruinas, realice una cata arqueológica y ponga en manos más expertas que las nuestras los hallazgos que allí se produzcan para evitar el expolio arqueológico y la especulación de los terrenos sobre los que se asienta la ciudad.

- José Carlos Tamayo hablaba de nuevas teorías, descubrimientos, leyendas y recuerdos. ¿Cuales?

Lo fundamental ha sido el haber demostrado que la ciudad que mandó levantar el Rey Leovigildo en honor de su hijo Recaredo por la contundente victoria visigoda ante los Suevos, está ubicada en la Sierra de Enmedio, en la confluencia de los ríos Tajo y Guadiela, en la localidad de Buendía. Demostrado queda, también, que esta ciudad fue arrasada en una guerra civil en tiempos de Recesvinto, por el noble rebelde Froya en una de las múltiples razzias que los visigodos de la Septimania y los Vascones realizaban por el Valle del Ebro. Que, finalmente, Froya murió unas semanas después en una batalla decisiva para la sucesión al trono en Zaragoza y que Recesvinto se impuso como Rey de los Visigodos. Que la mítica Recópolis palaciega, de altos torreones y fuertemente amurallada fue arrasada e incendiada, mucho antes de la llegada de las tropas musulmanas, por una facción rebelde visigoda. Y que la escasa población superviviente se trasladó al Cerro de la Oliva (Zorita de los Canes) donde erigieron una nueva ciudad en un lugar más fértil, de menor valor militar y estratégico, sobre los restos de una Villae Imperial romana anterior.

- Dada tu condición de historiador, ¿Crees que aún nos queda mucho por descubrir de todo lo que fue la Baja Alcarria?

En primer lugar, reitero que, como otros miembros de la Asociación Cultural, sólo soy un aficionado que ha recopilado información en Bolarque, como lo pude hacer en las excavaciones del Señor de Sipán en Chan Chan (Perú), en Tiwanaku (Bolivia) o en la tumba del faraón Teti I, en el Valle de los Reyes (Egipto). La diferencia es que en estas excavaciones viajaba de la mano de expertos arqueólogos de National Geographic y yo me limitaba a empaparme de sus conocimientos, a realizar preciosas fotografías y a redactar artículos sobre lo que allí estaba sucediendo. La labor en Bolarque ha sido más ardua, más difícil si cabe, ya que el mismo Estado Español y la Iglesia Católica han escondido o destruido durante siglos documentaciones e informaciones muy valiosas y, a veces, contradictorias con la historiografía oficial. Lo que puedo describir en la conferencia de esta tarde o, próximamente, en mi libro solo es la punta del iceberg de las posibilidades arqueológicas en la provincia de Guadalajara. Cuando trabajé para el Ayuntamiento de Cifuentes y su actual Corporación, en el año 2.004, nos encontramos, sólo en sus pedanías, con 47 yacimientos arqueológicos de diferente datación (Edad del Hierro, celtíberos, romanos y visigodos) que están al aire libre, expoliados, en ruinas, sin ningún tipo de protección, ni de señalización. Monasterios cistercienses trasladados a Estados Unidos piedra a piedra (Óbila) por orden de un millonario excéntrico, tumbas antropomórficas visigodas expoliadas, lienzos de calzadas romanas abandonados, semienterrados. Mosaicos destrozados por arados de los agricultores... Una verdadera catástrofe y, el problema, es que nadie hace nada por evitarlo y, desgraciadamente, siguen sin hacerlo. Parece más cómodo vivir del rendimiento de una Central y un Cementerio Nuclear que rescatar ese valiosísimo legado de nuestros ancestros...

- ¿Qué rasgos del pasado del Lago de Bolarque permanecen inalterables en la actualidad?

Serían innumerables los rasgos heredados y compartidos con el pasado... desde la misma etnia de los habitantes de La Alcarria, ya que nuestras tierras fueron repobladas con vascones y aragoneses tras la expulsión de los moriscos, hasta la forma de vida de los moradores. Solo cabe recordar que se han tardado diez siglos desde que los hispano-musulmanes iniciaran los trabajos para controlar el cauce del Río Tajo y poder regar las fértiles praderas de La Pangía hasta la puesta de la primera piedra de la presa de Bolarque por Alfonso XIII. Necesitaría otro libro y otra conferencia para relatar todo esto, aunque los fabulosos textos de Layna y Herrera Casado sobre costumbrismo en La Alcarria reflejan de forma muy fiel nuestro carácter heredado.



N.B.: Entrevista íntegra publicada en el periodico "Nueva Alcarria" el pasado 3 de Marzo de 2.007, escrito por Miriam Pérez.

lunes, 23 de abril de 2007

La Princesa de Éboli.



Doña Ana de Mendoza y de la Cerda, "La Princesa de Éboli".

por Óscar Quirós.

Enigmática, bella, intrigante, seductora, rebelde, orgullosa e inteligente. Ante todo, la primera Duquesa de Pastrana fue una mujer adelantada a su época que embelleció, engrandeció e hizo prosperar a la, hasta entonces modesta, Villa de Pastrana y que animó, participó e influyó decisivamente en la vida política de la Corte Imperial de Felipe II. La biografía de la Princesa reúne los ingredientes de toda buena novela: Amor, belleza, poder, ambición, chantaje y crimen. La leyenda de sus amores con Felipe II ha sido muy utilizada en la literatura narrativa, en la novela histórica e, incluso, ha sido llevada a la gran pantalla pero, como parece demostrado en este pequeño apunte biográfico, carece de total fundamento.


Doña Ana de Mendoza y de la Cerda, nació en el año 1.540 d.n.e., probablemente, en el Castillo del Infante Don Juan Manuel de Cifuentes (Guadalajara) y murió en 1.592 en el Palacio Ducal, que su abuela mandó construir en 1.543, en la Villa de Pastrana. Era, además, hija única de Diego de Mendoza, Príncipe de Mélito y nieto del poderoso Cardenal Mendoza. Don Diego se casó en 1.538 con Catalina de Silva, hermana menor del quinto Conde de Cifuentes.
Por su educación tuvo un carácter orgulloso, dominante e intrigante, pero estuvo muy influenciada por las continuas peleas entre sus padres, dado el carácter mujeriego de Diego de Mendoza, lo que la llevó a ser, también, irritable, voluble, rebelde y apasionada.
Hay muy pocas noticias constatadas de la breve infancia de Ana, únicamente se sabe a ciencia cierta que cursó estudios en Cifuentes en el Colegio de Doncellas del Convento de Nuestra Señora de Belén, que Don Fernando de Silva, su tíoabuelo y cuarto Conde de Cifuentes, mandó construir en el año 1.537 y que residió, alternativamente, entre el Palacio de sus abuelos en Alcalá de Henares y el Castillo de su tío en Cifuentes. Se cree, o se acepta, que fue en estos primeros años de vida cuando la futura Princesa perdió la visión de su ojo derecho, aunque tampoco hay acuerdo sobre la leyenda referente a este suceso. Unos, los más, dicen que lo perdió practicando esgrima en Alcalá de Henares - la esgrima era un deporte de muy rara práctica entre las mujeres, nobles o no, de la época - otros dicen que lo perdió de una pedrada jugando con los niños en su villa natal. Lo cierto es que este dato no es claro, quizás no fuera tuerta sino bizca y se tapara el ojo derecho simplemente por coquetería, para alimentar su intrigante belleza. Ciertamente, los cronistas de la época alabaron su hermosura, a pesar del parche que la adornaba. El caso es que cuando se desposó se la describe como que la novia era "bonita aunque chiquita" y esto si se puede constatar visitando la colección de trajes de la Princesa en el Museo de la Colegiata de Pastrana. Pero, si cierto es que era de baja estatura y muy fina, pero no menos cierto es que tan sólo era una niña de doce años cuando contrajo nupcias.
Como decía, Doña Ana, era una rica heredera y fue casada muy joven, en 1.552, con Don Rui Gomes de Silva (n. 1.516 - m. 1.573), un noble portugués veinticuatro años mayor que ella. Rui había venido a España acompañando a Isabel, futura esposa del Emperador Carlos V, y entró al servicio del, todavía, Infante Felipe de Habsburgo, ganándose su amistad y confianza, por lo que fue favorecido económica y políticamente, llegando a lograr, entre otros cargos, el de Secretario y hombre de confianza de Felipe II. Poco después, al servicio de Rui, entraría el aragonés Antonio Pérez del que hablaremos más adelante.
Con el favor de Felipe II, Gomes de Silva entroncó a través del matrimonio con la poderosa familia de los Mendoza. Como Ana era muy joven, y los Mendoza muy poderosos, la novia permanecería unos años en casa de sus padres hasta la consumación del matrimonio. Como regalo de boda, el padre de Ana les cedió el título de Condes de Mélito, permaneciendo Don Diego de Mendoza como Duque de Francavilla. Es en esta época, estando ya embarazada de su primer hijo, cuando Ana acompaña a su madre en 1.557 a la Corte de Valladolid y allí se producen nuevos escándalos entre su padre y su madre, el cual tuvo una hija bastarda, a la que llamó María de Mendoza, y, posteriormente, otra nueva amante. Nos cuentan que, en esta etapa de su vida, la Princesa "no hacía más que padecer y llorar", aunque también se decía de ella, en relación con su familia, "que tiene más seso que todos ellos", dando fe de su temprana madurez y carácter veleidoso.
El matrimonio de Ana y Rui se consumó ese mismo año pero no fue hasta dos años más tarde, al regreso de Flandes de Rui en 1.559, cuando, por fin, pudieron vivir definitivamente juntos. A lo largo de los trece años de feliz matrimonio, Ana y Rui tuvieron diez hijos, de los que sobrevivieron a su infancia tan sólo seis.
Utilizando magistralmente sus influencias en la Corte, Rui había logrado entretanto que su suegro fuera nombrado miembro y Presidente del Consejo de Italia en 1.558 y Virrey de Nápoles. Los puestos se eligieron principalmente con el objetivo de alejar lo más posible a Don Diego de su hija y yerno, incluso con el riesgo de provocar una revuelta en Italia dado su carácter extremadamente dictatorial y altivo.
Uno de los grandes sueños de Rui Gomes, truncado en parte por su prematura muerte en 1.573, fue el de lograr un poderoso señorío para sus hijos. Para lograr su empresa compró Éboli, en el Reino de Nápoles, a su suegro, nombrándole Felipe II, Príncipe de Éboli en 1.559. Luego adquirió las villas de Estremera y Valdeacerete, siendo nombrado Duque de Estremera, y para finalizar compró la Villa de Pastrana en 1.569, siendo nombrado en 1.572 por Felipe II, Duque de Pastrana con Grandeza de España.
Por lo tanto, Doña Ana de Mendoza y de la Cerda fue la primera Princesa de Éboli y la primera Duquesa de Pastrana manteniendo, además, los títulos de Condesa de Mélito, Duquesa de Estremera y Grande de España, lo que da una idea del poder que llegó a acumular en la Corte de El Escorial una vez enviudó.
En los cuatro años que restaron desde la compra de Pastrana hasta la muerte de Rui, se dedicó a mejorar y ampliar los cultivos, principalmente de moreras, en Pastrana y el fértil Valle de La Pangía. Ordenó traer a moriscos de Baeza - de ahí el nombre del Barrio del Albaycín de Pastrana - y de las Alpujarras granadinas que iniciaron una floreciente industria textil. Logró la concesión real de una feria anual con privilegios especiales, lo que atrajo a numerosos comerciantes y artesanos judíos - en esa época, conversos sin convicción cristiana. Fundó, junto a Ana, la Iglesia Parroquial de Pastrana, que luego elevó su rango a Colegiata, y favoreció la fundación por Santa Teresa de Jesús de tres conventos de Carmelitas en 1.569 - los de San José y San Pedro en Pastrana y el de Nuestra Señora del Monte Carmelo en el cercano Desierto de Bolarque.
Durante su matrimonio con Rui, la vida de Doña Ana alcanzó el máximo de estabilidad. Rui la trató y cuidó, seguramente por la diferencia de edad, más como un padre que como un marido, hasta su repentina muerte.
A partir de la desaparición de su esposo, su carácter, los problemas de la infancia ya contados y la falta de la única persona que le había dado estabilidad en la vida, hicieron que Ana tuviera una existencia problemática, pero apasionante.
Aunque el primer hijo de la pareja muriera de niño, su hija mayor, Ana, y tras varios intentos frustrados de casarla con el heredero al trono de Portugal, se casaría con el poderoso Duque de Medina-Sidonia. El siguiente, Rodrigo, heredaría el Ducado de Pastrana. Diego sería Duque de Francavilla, Virrey de Portugal y Marqués de Allenquer. A su hijo Fernando, ante la posibilidad de llegar a Cardenal, le hicieron estudiar religión pero, finalmente, éste escogió ser monje franciscano cambiando su nombre a Fray Pedro González de Mendoza, como su tatarabuelo el Gran Cardenal, y llegaría a ser Arzobispo de Granada, de Zaragoza y, finalmente, Obispo de Sigüenza.
Muerto Rui en 1.573, la Princesa trató de instalarse en el convento que había promovido a fundar con Santa Teresa en Pastrana: "¡La princesa monja, la casa doy por desecha!", dijo la abadesa, logrando que las carmelitas huyeran de allí trasladándose el convento a Segovia un año después. Cierto es que Doña Ana, llamada entonces Ana de la Madre de Dios, mantuvo en el convento una vida rodeada de sirvientas que atendían sus gustos y que esto suponía mantener una actitud muy poco acorde con el carácter sacrificado y riguroso que había impuesto la santa en su congregación.
Parece ser, además, que la Princesa no fue una buena administradora del patrimonio de sus hijos menores de edad. Tras abandonar el Convento, se lanzó a una vida de ostentación y derroche. Organizaba sonadas fiestas y llevaba un tren de vida que la obligaba a contraer deudas hasta el punto que esta situación llegó a oídos del Rey, que dudó de su capacidad para administrar los bienes familiares. Para complicar las cosas, su hijo Diego, - en su afán por lograr un heredero varón o por perjudicar a su única hija, no está claro -, tras morir su mujer Catalina en 1.576, se casó en seguida con Magdalena de Aragón, hija del Duque de Segorbe. Diego falleció en 1.578 dejando a su segunda mujer embarazada - para susto de su primogénita Ana, viuda por aquel entonces - pero la recién nacida murió a los pocos días de ver la luz.
Lógicamente, todas estas situaciones familiares afectaron al equilibrio emocional de la Princesa, que volvió a la Corte e intentó utilizar su poder e influencia para preservar la rica herencia paterna y los intereses familiares. Fue allí donde comenzó a utilizar su belleza, elocuencia y poder. Su enemistad a la Casa de Alba, la condujo a un acercamiento políticamente interesado con Antonio Pérez, nuevo secretario de Felipe II, que pronto se convirtió en su íntimo cómplice de intrigas palaciegas. Ambos conseguían fuertes sumas de dinero gracias al tráfico de influencias. Su buena posición en la Corte les permitía poner a la venta cargos eclesiásticos e, incluso, secretos diplomáticos a los enemigos de la corona en Flandes.
Descubiertos sus amoríos por Juan de Escobedo, amigo de Rui al que debía lealtad y Secretario de Don Juan de Austria - por aquel entonces Gobernador de los Países Bajos -, y ante la posible denuncia del mismo a Felipe II, aún a pesar de verse implicado en la venta de secretos, Doña Ana y Antonio Pérez tramaron una conjura contra éste. Argumentando que Escobedo estaba inmiscuido en una compleja intriga conspiradora contra Don Juan de Austria y su intento de casamiento con María de Estuardo, lograron el beneplácito del monarca para asesinarle en 1.578.
Una vez enterado Felipe II de los manejos políticos de Antonio Pérez y Doña Ana, de la comisión del delito de traición por la venta de información militar secreta a los rebeldes flamencos y de los intentos infructuosos de la princesa de casar a su hija con uno de los pretendientes al trono de Portugal, el Rey decidió precipitar su caída, mandándoles arrestar en 1.579. Felipe II ordenó desterrar a la Princesa: Primero, a un Torreón en Pinto, cerca de Madrid; luego a Santorcaz y, finalmente, al Palacio Ducal de Pastrana en 1.581. Acto seguido, en 1.582, Felipe II dicta despojar a Ana de la custodia de sus hijos y de la administración de sus bienes, nombrando para ello a un administrador.
Tras la fuga de Antonio Pérez a Aragón, de donde era originario, en 1.590, y temiendo que Doña Ana escapara con él, Felipe II mandó poner rejas en puertas y ventanas del Palacio Ducal de Pastrana. La Princesa se asomaba una hora al día por la reja que da a la plaza, que se llama desde entonces, la Plaza de la Hora.
No está tampoco muy claro el porqué de la mencionada actitud cruel de Felipe II para con Doña Ana, quien en sus cartas llamaba "querido Primo" al monarca y le pedía en una de sus misivas que "le protegiera como caballero". Sin embargo, aunque Felipe II se refería a ella en sus escritos como "la hembra" era, sin duda, un hombre de convicciones estrictas, severas y muy católico. A pesar de su probable sífilis y sus cinco matrimonios, nunca permitiría que la viuda de uno de sus amigos y hombre de confianza entablara amoríos y fuera comidilla de los pasillos de la Corte. Por otro lado, una simple muestra de arrepentimiento por parte de la Princesa, seguramente, le hubiera bastado al Rey para modificar su aptitud. Esto era sabido en Palacio, pero la arrogancia y rebeldía de la cautiva impidió a la Princesa implorar el perdón real.
La primera Duquesa de Pastrana morirá, en 1.592, atendida por su hija, Ana de Silva, y tres damas de servicio. Desde entonces, Ana y Rui permanecen enterrados juntos en la Cripta de la Colegiata de Pastrana.
Las intrigas palaciegas en vida, alimentaron la "leyenda negra de Felipe II" que afirma que la Princesa en su juventud fue la supuesta amante de Felipe II y de su secretario, Antonio Pérez, una vez que ésta enviudó.
De Antonio, que era seis años mayor que ella, probablemente lo fue, aunque no se sabe realmente si lo suyo fue una cuestión de amor, de interés político o la simple búsqueda de un apoyo que le faltaba desde que muriera su marido.
La leyenda dice, además, que el segundo Duque de Pastrana, era hijo de Felipe II. Esta situación era verdaderamente improbable ya que cuando fue concebido, Ana acababa de dar a luz y, por tanto, estaba en la casa conyugal. Mientras que Felipe II se hallaba de viaje de luna de miel con su tercera esposa, Isabel de Valois, de la que estaba realmente enamorado. Para terminar de desmentir esta supuesta relación carnal con el Rey, añadir que Doña Ana favoreció finalmente en la herencia a su segundo hijo Diego, frente al primogénito Rodrigo y, resaltar, que durante sus trece años de matrimonio engendró diez hijos, por lo que pasó la mayor parte del tiempo embarazada, por lo tanto, se debe asumir que surgió un fuerte vínculo amoroso entre los esposos a pesar de haber sido un matrimonio de conveniencia, lo que despeja la duda del adulterio durante su época matrimonial.
La leyenda de sus amores con Felipe II ha sido muy utilizada en la literatura, en la novela e, incluso, ha sido llevada al celuloide pero, como parece demostrado, carece de total fundamento.


Para saber más:

Bibliografía:
- Almudena de Arteaga. "La Princesa de Éboli". Ed. Martínez Roca. 1.998.
- Antonio Herrera Casado. "Las razones del Rey: Estudios en torno a Felipe II y la Princesa de Éboli". Ed. Aache. Guadalajara 2.000.
- Antonio Herrera Casado. "Pastrana. Una villa principesca". Ed. Aache. Guadalajara 1.992.
- Aroní Yanko. "La Princesa de Éboli: Intriga en la Corte de Felipe II". Ed. Libertarias. 2.000.
- Auguste Mignet. "Antonio Pérez y Felipe II". Ed. La Esfera de los Libros. 2.001.
- César Leante. "El bello ojo de la tuerta". Ed. Apóstrofe. 1.999.
- Gregorio Marañón. "Antonio Pérez". Ed. Espasa Calpe. 1.998.
- Henry Kamen. "Felipe de España". Ed. Suma de Letras. 2.001.
- Kate O'Brien. "Esa dama". Ed. Altaya. 1.997.

Filmografía:
- "La Princesa de Éboli" de Terence Young, 1.955.


(C) Óscar Quirós, 2.004

Artículo publicado en la Revista "Lago y Montaña", Número VI, editada por la Asociación Cultural "Lago de Bolarque", Almonacid de Zorita, 2.006.

Historia del Lago de Bolarque (Parte III)

HISTORIA DEL LAGO DE BOLARQUE Y SU COMARCA
Parte III: Desde el Siglo XVII hasta nuestros días.

Por Óscar Quirós.


La expulsión de los moriscos ordenada por Felipe III en 1.609, supuso a la Villa de Pastrana la pérdida de más de 2.200 habitantes, y unos 3.500 en total si añadimos los desplazados de Albalate, Almonacid y Zorita, con la consiguiente depresión económica y social que esto suponía para la comarca. Aún así, la industria sedera consiguió resistir el embate, pero marcó el inicio de su decadencia. La obvia falta de mano de obra se subsanó atrayendo nuevos inmigrantes que procedían de Flandes y, sobre todo, de Portugal. Éstos últimos, descendientes de los sefardíes conversos que emigraron, apenas un siglo antes, al reino vecino tras la expulsión, seguían judaizando y lo único que buscaban era reencontrarse con sus orígenes castellanos. A la depresión de la industria textil, que con tanto ahínco promovió el ya fallecido Ruigomes de Silva, se la intentó contrarrestar con la creación de la Fábrica de Tapices, que llegó a obtener el rango de Real, de la que salieron las más exquisitas piezas que se hicieron en Europa en la época y que todavía se pueden contemplar, parcialmente restauradas, en el Museo de la Colegiata de Pastrana.
A raíz de las primeras denuncias de los vecinos contra los recién llegados, el Santo Oficio de Toledo decidió abrir sucursal en la Villa Ducal, en la calle de La Palma, sucediéndose las denuncias, arrestos, juicios, torturas y ejecuciones contra "los marranos" - católicos de bautismo que judaizaban - y "los alumbrados" - un grupo de franciscanos que abrieron sus miras al humanismo de Erasmo de Rotterdam, apadrinados por la familia de los Mendoza y que fueron considerados heréticos por el Tribunal -.
Un hecho aristocrático de relevancia sucedió, en el año 1.630, cuando el cuarto Duque de Pastrana, Don Rodrigo de Silva y Mendoza contrajo matrimonio con Doña Catalina Gómez de Sandoval y Mendoza, octava Duquesa del Infantado, uniéndose así, hasta hoy en día, ambos títulos nobiliarios.
En el Siglo XVIII, la Guerra de Sucesión tuvo consecuencias dispares para la comarca. Mientras en Pastrana se acentuaba la despoblación y la decadencia industrial a lo largo de la centuria, en Almonacid y Albalate se aplicaron las nuevas Ordenanzas sobre "Cría, conservación y aumento de los montes, alamedas y plantíos" dispuestas por Carlos III. De la misma forma, se decreto la expulsión de los jesuitas del territorio español, quedando así despoblado el Convento almorcileño, pasando éste a manos del Ayuntamiento. A pesar de todas estas circunstancias novedosas, en este siglo el desarrollo económico se mantiene; la actividad agrícola, tanto de secano, como de regadío y producción de maderas aún era elevada, según se demuestra en el Catastro del Marqués de la Ensenada, mientras el comercio estaba en manos del Ayuntamiento que lo arrendaba a vecinos o forasteros.
Llegado el Siglo XIX asistimos a una decadencia general en todo el país y volvemos a vernos afectados por la Guerra de Independencia, con algunas escaramuzas que, desde nuestro territorio, mantenía "El Empecinado" contra las tropas francesas destacadas en Alcocer, Sacedón, Auñón y Pastrana produciendo, no sólo bajas personales, sino también, una importante hambruna al escasear la producción de cereales, fundamentalmente de trigo.
La promulgación de la Constitución de Cádiz en 1.812, y la consiguiente revolución liberal que provocó en todo el Reino, conllevó importantísimos cambios territoriales y administrativos. Con la abolición de los Señoríos, Almonacid vio como desaparecía, definitivamente, la presencia de la Orden Calatrava en la población y Albalate su dependencia de los Mendoza. El Estado creo entonces las "Alcaldías Constitucionales", una nueva figura civil que sustituía inexorablemente al antiguo Gobernador del Partido, también llamado "Capitán a guerra". Una vez abierto el debate en las Cortes Revolucionarias (las denomino así ya que eran unicamerales, no porque fuesen de orientación liberal) sobre la administración del estado, los liberales promueven la partición de España en 52 nuevas provincias, pero la restauración monárquica y la consiguiente vuelta del absolutismo paralizaron momentáneamente su implantación. No será hasta el año 1.831, cuando el ministro liberal Javier de Burgos realice la reforma definitiva.
Desde la llegada de los Borbones a España, Almonacid de Zorita había regentado la Cabeza de uno de los Partidos en los que se dividía la provincia de Madrid. A él pertenecían las localidades de Villar del Olmo, Olmeda de las Fuentes, Ambite, Anchuelo, Los Santos de la Humosa, Corpa, Loeches, Nuevo Baztán, Pozuelo del Rey, Pezuela de las Torres, Santorcaz, Villalbilla, Albares, Almoguera, Yebra, Almoguera, Zorita de los Canes, Albalate de Zorita y, a la cabeza de todos ellos, Almonacid de Zorita. Tras la reforma del ministro Burgos, Albares, Almoguera, Yebra, Zorita de los Canes, Almonacid y Albalate de Zorita pasan a ser Alcaldías Constitucionales de la provincia de Guadalajara y, concretamente, las tres últimas serán incluidas dentro del Partido Judicial de Pastrana, confirmando así la mayor importancia de la Villa Ducal sobre sus vecinas, a pesar de la despoblación general de la comarca generada, entre otras cosas, por la ausencia de industria.
Durante la Primera Guerra Carlista (1.833 - 1.840), los alcarreños, partidarios de la regencia liberal de la Reina Doña María Cristina de Borbón-Nápoles, vieron como los carlistas tomaron nuestras poblaciones sin hallar apenas resistencia militar y sin que se registrasen batallas dignas de mencionar, dirigidos personalmente por el Infante Don Carlos María Isidro, camino del asalto definitivo a Madrid que, finalmente, frenó el General Espartero cerca de la vecina Tarancón (Cuenca) el 12 de Septiembre de 1.837. Vencidos en el campo de batalla, los carlistas se mantuvieron unidos militar e ideológicamente esperando, durante años, encontrar una oportunidad mejor para volver a alzarse.
Simultáneamente, la abolición de la Inquisición en 1.834, por decreto de la Reina regente María Cristina, y las leyes de desamortización promulgadas por los ministros Calatrava y Mendizábal, en 1.835 y 1.836, llevaron consigo el cierre y posterior ruina de la mayoría de los Conventos de la comarca y, por ende, del Santo Desierto de Bolarque.
De igual manera, bajo la presión de la I Guerra Carlista, la Reina Doña María Cristina sentó las bases de lo que iba a ser un nuevo régimen monárquico más abierto a las nuevas corrientes liberalizadoras, más democrático, partidario de la libertad religiosa y de expresión, pero sin romper del todo con las posiciones moderadas de los conservadores-absolutistas, que abogaban por un sistema parlamentario bicameral, permitiendo el voto a la población, únicamente, por sufragio censitario. En todo caso, la Constitución de 1.837, precedida por el Estatuto Real de 1.834, supuso un considerable avance social, aunque no llegó a los extremos casi revolucionarios propuestos en la derogada Constitución de Cádiz de 1.812. Desde entonces, la alternancia en el poder de los partidos liberal y moderado marcarán la política española y la composición de las Cortes Generales desde la mayoría de Isabel II, hasta la caída de Alfonso XIII.
Ya en 1.898, tras la pérdida de Cuba y las Islas Filipinas, las últimas colonias ultramarinas, España se ve afectada por una depresión colectiva que se agrava con el estallido de la Guerra del Rif, en Marruecos.
Es a principios del Siglo XX, cuando comienza a construirse la Presa de Bolarque, tal y como hoy la conocemos. El antiguo sueño de los pobladores musulmanes, judíos, calatravos, nobles, vasallos, agricultores, artesanos, humanistas, religiosos, comuneros, absolutistas, conservadores, liberales, románticos, monárquicos y republicanos, por fin, vería la luz. Durante todas estas épocas, el hombre había tratado de dominar la fuerza de un río que, embravecido por las crecidas, derrumbaba, año tras año, riada tras riada, las frágiles construcciones realizadas con duro esfuerzo, sacrificio y desembolso monetario.
Las obras se iniciaron en el año 1.907 por iniciativa de D. Juan Ron, heredero del Marqués de Urquijo y la Duquesa de Pastrana. El proyecto fue encomendado al ingeniero D. Luis de la Peña y Braña. La empresa de domesticar los aportes acuíferos de los ríos Tajo y Guadiela fue tan grandiosa que SS.MM. el Rey D. Alfonso XIII asistió, personalmente, a la inauguración del Salto de Bolarque el día 23 de Junio de 1.910. De aquella magna visita, todavía quedan los restos en el Lago de Bolarque de un merendero, junto al salto y una pequeña playa aneja, pero sumergido a escasa profundidad, desde el que el monarca ordenó y supervisó el primer cierre de las compuertas.
En 1.944, bajo el autoritario mandato del General Franco, la compañía eléctrica Unión Fenosa construyó un precioso y apacible poblado de bella arquitectura, de pintorescas casetas, de verdes parques, en las lindes de Almonacid de Zorita y Sayatón, conocido como el poblado de Bolarque. En 1.954, tras la construcción de los Embalses de Buendía y Entrepeñas y la finalización de las obras del canal del Trasvase Tajo-Segura, se dio por terminada la obra.
En la actualidad, el embalse de Bolarque tiene aproximadamente 45 metros de altura, embalsa 30,70 hectómetros cúbicos y se extiende por una superficie de 490 hectáreas.(1)

(1) Datos extraídos de la página web http://www.jccm.es/revista/175/articulos175/embalses_abril.htm

Sin embargo, el Siglo XX no sólo trajo obras y parabienes para nuestra comarca. Tras los políticamente convulsos años treinta, nuestros campos se llenaron de nuevo de gritos de horror y muerte, de destrucción y ruina durante la última Guerra Civil Española (1.936 -1.939).
Durante la postguerra, con el consiguiente período autoritario, de represión y hambruna, la población se vio obligada a dedicarse en actividades agrícolas, apícolas y ganaderas de subsistencia, sin que se produjese un desarrollo económico e industrial, manteniéndose Pastrana como centro de atracción comercial y educativo de la zona.
Ya en la década de los 60, el fuerte flujo migratorio hacia las zonas urbanas e industriales del país como Guadalajara capital, el corredor del Henares o Madrid se vio minimizado en nuestro territorio, como hemos comentado, por las faraónicas obras de construcción de los embalses de Entrepeñas, Buendía, Bolarque, la Bujeda y Almoguera, además del Canal del Trasvase Tajo-Segura. El turismo de interior irrumpe con precocidad en Albalate, Almonacid y Zorita de los Canes que se ven beneficiadas por la aparición de la urbanización Nueva Sierra de Altomira, en Sacedón con las urbanizaciones de Las Anclas y El Paraíso y en Buendía con la urbanización Las Gaviotas, motivados por la belleza del paisaje, la cercanía de la capital del Estado y el atractivo añadido de la práctica de los deportes náuticos, generando decenas de puestos de trabajo en los sectores de la construcción y los servicios.
Desde la recuperación de la comarca en los 60 hasta el final del Siglo XX, la construcción y puesta en funcionamiento de la cercana Central Nuclear José Cabrera en Almonacid de Zorita, genera un movimiento que, junto a los fondos de ayuda al desarrollo rural de la Comunidad Europea y al creciente empuje del turismo rural de calidad, pone en marcha un crecimiento sostenido de la comarca que ve como se eleva su nivel de vida y la consiguiente dinamización del territorio y su entorno.
Entrados ya en el Siglo XXI, tras treinta años de Monarquía, Constitución y normalidad democrática y más de veinte de autonomía, se vislumbra un futuro más que esperanzador para nuestra comarca con la construcción inminente de la Autovía de La Alcarria; el Puente de Cañaveruelas de 333 metros de longitud, que unirá ambas orillas del Embalse de Buendía; la repoblación de la avifauna y la reforestación de los montes afectados por el devastador incendio de Agosto de 2.003 de la mano de los técnicos de la Universidad Complutense de Alcalá de Henares y el Ayuntamiento de Albalate de Zorita; la apertura del Parque Arqueológico y Centro de Interpretación de la Recópolis de Zorita; la creación de la nueva marca turística "Costa Altomira" promovida por el Ayuntamiento de Almonacid de Zorita; la esperada denominación de "Estación Náutica" a nuestro Embalse de Bolarque; y el desmantelamiento definitivo de la Central Nuclear de Zorita, ya vieja, peligrosa, caduca, obsoleta y suficientemente amortizada.


© Óscar Quirós, 2.005.

Historia del Lago de Bolarque (Parte II)


HISTORIA DEL LAGO DE BOLARQUE Y SU COMARCA
Parte II: Desde la Batalla de las Navas de Tolosa hasta la fundación del Santo Desierto de Bolarque.

por Óscar Quirós.


El incontestable triunfo de las tropas cristianas en la épica batalla de las Navas de Tolosa alejó, definitivamente, la amenaza, hasta entonces inminente, del dominio sarraceno y produjo el desmembramiento del imperio almohade en lo que se viene llamando los "terceros Reinos de Taifas", facilitando así el previsible, futuro y definitivo avance cristiano hacia el Valle del Guadalquivir.
Alejado el frente de batalla hasta las estribaciones de Sierra Morena y abandonada definitivamente Calatrava la Vieja en 1.216 - tras la derrota de Alarcos -, los caballeros de la Orden se dedicaron a levantar su nuevo y moderno centro de operaciones en Calatrava la Nueva. Esta repentina pérdida de intereses en la comarca condujo al progresivo declive de la Orden en nuestro territorio.
De vital importancia política fue la concesión entre 1.220 y 1.225, por parte del Rey Fernando III, del denominado Fuero Grande de Zorita en el que se tratan los aspectos más relevantes en la vida económica, social y política.
Poco a poco, la Orden de Calatrava irá perdiendo influencia en el Común de Villa y Tierra de Zorita, muy especialmente, tras la derrota infringida por los portugueses a las tropas castellanas en 1.385, en la Batalla de Aljubarrota, en la que murieron todos los soldados enviados desde nuestra encomienda, excepto uno. Zorita quedó diezmada, contando entonces con tan sólo 25 familias. La escasez de varones y los pocos impuestos que se recaudaban debido al alto número de nobles, hidalgos, judíos y mercaderes exentos todos ellos de gravámenes, marcaron el inexorable declive de Zorita en favor de aldeas como Almonacid, que fue fortificada a lo largo del Siglo XIV, o Pastrana, que iba ganando en preponderancia y población, siendo declarada Villa por Muñiz en 1.369. Fue entonces cuando la Villa de Pastrana comenzó a ser amurallada. Dos años más tarde, le fue concedido el cambio del día de Feria del sábado al miércoles, dando acceso a todas las transacciones comerciales a la población judía, y la exención de impuestos a los mercaderes que a ella acudieran. A lo largo del Siglo XV la Orden fue distribuyendo entre estas dos poblaciones las funciones administrativas del Partido de Zorita, residiendo, finalmente, el Comendador calatravo en Pastrana.
Hablando más ampliamente, la sociedad española entra en el Siglo XV afrontando tres graves problemas sociales: La cuestión agraria, las tensiones urbanas y el problema judío. El problema campesino se resolvió en Castilla afianzando el poderío de los propietarios aristócratas: Los señoríos. Las luchas urbanas devinieron en una paralización de las estructuras municipales y la pérdida parcial de la autonomía que, hasta entonces, disfrutaban. Quedaba por resolver el problema judío que, entre otras cosas, era un problema de convivencia. A priori, la única salida al problema era la expulsión, pero analizadas las posibles consecuencias económicas, esta medida se pospuso temporalmente, generando un clima de desconfianza y aversión por la presencia de falsos conversos que judaizaban en su vida privada.
Así, a lo largo del Siglo XV, continuó el desarrollo político y económico de la nobleza, instituyéndose el denominado "mayorazgo", es decir, la vinculación de las tierras a un título, siendo éstas invendibles, indivisibles e inalienables y su concesión era dictada directamente por el Rey.
Las grandes familias medievales habían perecido en su práctica totalidad en el transcurso de las luchas de los Siglos XIII y XIV. El ascenso a la corona de los Trastámara impulsó la creación de una nueva y pujante aristocracia, especialmente favorecida por las "mercedes" del Rey Enrique II. Los puestos superiores de la pirámide estaban acaparados por unas cuantas familias que, en breve, recibirán el tratamiento de "Grandes de España". Así comienzan a resonar en Castilla linajes como los Mendoza, los Guzmán, los Quirós, los Velasco, los Muñoz, los Pacheco, etcétera. En concreto la provincia de Guadalajara quedaba, prácticamente, en manos de los Mendoza y la casa de Medinaceli, dominando también amplias zonas del Norte de la Comunidad de Madrid y Castilla-León.
Con la llegada al trono de los Reyes Católicos la situación de los sefardíes cambió radicalmente mediante dos dictámenes que fulminaron su fuerza económica en quince escasos años: En 1.478 se instituye el Tribunal de la Santa Inquisición para perseguir en principio a los conversos, bautizados en la fe católica, que continuaban judaizando en privado convirtiéndose así, la monarquía española, en el brazo armado de la cristiandad más intransigente, en defensa de la ortodoxia religiosa. El simple anuncio de esta medida provocó, no sólo una inmensa fuga de capital, sino también un éxodo masivo de conversos hacia Portugal y el Magreb. El segundo edicto, promulgado en 1.492, decretó la expulsión de los judíos del país, medida que provocó un estancamiento de las finanzas, ya que los judíos formaban la mayor parte de la clase burguesa y, además, eran los encargados de recaudar los impuestos en las grandes ciudades. El simple hecho de haber retenido a los sionistas en nuestro territorio hubiera evitado, tras el descubrimiento de América, que el oro de las colonias fuese a parar a manos de banqueros genoveses y flamencos con el consiguiente perjuicio para las arcas de la corona.
Ambas decisiones fueron cruciales en el futuro de España, de nuestra comarca y, muy especialmente, para la Villa de Zorita que, rápida y definitivamente, se vio privada de la parte más acaudalada de su población.
Con la llegada al trono del Emperador Carlos I estalla, en 1.521, la conocida "Guerra de la Comunidades". Los comuneros se hicieron fuertes en nuestro entorno (Yebra, Hueva, Valdeconcha, etcétera), permaneciendo Escopete, Pastrana, Sayatón, Zorita, Albalate y Almonacid del lado carolino. Finalizadas las revueltas urbanas de la burguesía, Carlos I decidió segregar las Villas de Pastrana y Zorita de los Canes de la Orden Militar de Calatrava, poniéndolas a la venta, lo que motivó que la Orden transfiriera su base, definitivamente, a la vecina Villa de Almonacid de Zorita y que ésta pasase a ser cabeza de la Encomienda y, por ende, del Partido de Zorita.
Pastrana, junto a Sayatón y Escopete fueron adquiridas por la Condesa viuda de Mélito, Doña Ana de la Cerda, en el año 1.541, formándose así el Señorío de los De la Cerda.
Doña Ana, abuela de la futura Princesa de Éboli, mandó levantar junto a la muralla, en 1.543, el Palacio-Fuerte de Pastrana (posteriormente Palacio Ducal) y la Plaza de Armas (o de la Hora) lo que motivó un continuo pleitear con los vecinos de la Villa, ya que tuvo que derribar parte de la muralla para construirla. Finalmente, su hijo Gastón de la Cerda quiso desentenderse del Señorío y comenzó los trámites de venta del territorio en 1.562. Su repentina muerte no influyó en la transacción que finalizó en la venta por parte de su hijo, Don Íñigo de Mendoza y de la Cerda al portugués Don Ruigomes de Silva en 1.569, secretario personal del Rey Felipe II. Pastrana, así pasaba a manos de los Silva y los Mendoza que, ya poseían la Villa de Zorita y su castillo desde 1.565, además de Albalate de Zorita y La Zarza adquiridas en 1.566. En el mismo año de 1.569, Don Ruigomes de Silva y Doña Ana de Mendoza y de la Cerda fueron nombrados por Felipe II, Duques de Pastrana. Desde entonces, y hasta la primera mitad del Siglo XVII, la Villa de Pastrana llega a su máximo esplendor, conociendo décadas de pujanza del que son reflejo la arquitectura de todo el Ducado y la gran influencia que llegaron a alcanzar los sucesivos Duques en la Corte. Así comenzaron a levantarse edificios artísticos, conventos e industrias como el engrandecimiento de la Colegiata, el Convento de San Pedro, el Santo Desierto de Bolarque, en Pastrana; la creación de una floreciente industria textil en La Pangía, la ampliación de la Iglesia de San Andrés de Albalate y un largo etcétera. Finalmente, los primeros Duques de Pastrana crearon "mayorazgo" a favor de su hijo Don Rodrigo de Silva y Mendoza incluyendo las Villas y aldeas de Zorita, Albalate y La Zarza, Estremera, Valdaracete, Pastrana, Escopete y Sayatón.
Por otro lado, la venta de Zorita y Pastrana a la familia Silva produjo que la Villa de Almonacid de Zorita quedase como cabeza del Partido de Zorita y, por ende, de la Encomienda que ya contaba con tan sólo siete Villas, lo que supuso el traslado de las autoridades de la Orden a Almonacid. Desde ese momento, los calatravos engrandecieron la Villa, levantaron iglesias, palacios y monumentos; como la Iglesia de Santo Domingo de Silos (S. XV), la Ermita-Convento de la Concepción (S. XVI), la Ermita de la Virgen de la Luz, el Colegio y Convento de los Jesuitas y el llamado Palacio de los Condes de Saceda (todos levantados en el S. XVII);
mejoraron los sistemas de riego ocupándose, muy especialmente, de los molinos y las presas de Bolarque.
Aquel año de 1.569 marcó también el inicio de la campaña de Las Alpujarras, promovida por Felipe II, para erradicar los focos rebeldes andalusíes en las montañas granadinas. La guerra supuso la movilización de las tropas del Partido de Zorita contribuyendo a la misma con 250 soldados. La recompensa, tras la victoria de los ejércitos dirigidos por Don Juan de Austria, fue
la entrega al Duque de Pastrana de 200 familias de moriscos capturados que se asentaron en Pastrana, en los barrios del Albaycín y el arrabal de La Pangía. La llegada de éstos, junto con los flamencos, franceses e italianos que habían llegado atraídos por la pujante industria textil, principalmente sedera, promovida por el Príncipe-Duque, elevaron la población de Pastrana a más de 5.000 almas en el año 1.573. Comenzaba así el Siglo de Oro de nuestra comarca, en la que se llegó a barajar la posibilidad de que Pastrana alcanzara el rango de ciudad e, incluso, se la propuso para asumir la capitalidad del Reino filipino, hechos que se vieron truncados por la repentina y prematura muerte en Madrid de Don Ruigomes de Silva el mismo año 1.573.
Es en estos años dorados, cuando Pastrana acoge a sus hijos más ilustres, nacidos o adoptados por la Villa. Aparte de los Duques y Príncipes de Éboli, aparecen en escena Don Pedro González de Mendoza, hijo de éstos, que llegó a ser Arzobispo de Granada, Zaragoza y Sigüenza; Juan Bautista Maino, excelente pintor seguidor de la escuela de Caravaggio y con una notable influencia de El Greco; el poeta y dramaturgo pastranero Manuel de León Merchante autor, entre otras, de la genial obra "La Estrella de La Alcarria"; Santa Teresa de Jesús, fundadora en Pastrana de los Conventos de San José y San Pedro; San Juan de la Cruz, que llegó atraído por la reforma carmelita; y Juan Narduchs o Fray Juan de la Miseria, que llevó al extremo la reforma de la Santa fundando en la orilla de Bolarque el primer Desierto monacal de Occidente siguiendo el ejemplo de los monjes eremitas del Monte Carmelo, en la lejana Antioquía.
Diez años después de la muerte de Santa Teresa de Jesús, en 1.592, tres frailes carmelitas se unieron para llevar más allá la aventura que inició la Santa en 1.561 tras fundar su primer convento en Ávila, San José.
Fue a mediados del Siglo XII cuando, siguiendo la tradición del profeta Elías, San Bartoldo tenía fundados dos monasterios carmelitas en Antioquía. A diferencia del cristianismo europeo, el monacato en Oriente Próximo tenía una larga tradición de eremitismo, frente al monacato comunal que era practicado en nuestros monasterios. El Papa Honorio III aprobó, mediante Bula en 1.226, la Regla directiva de la Orden que establecía unas normas de conducta generales como son: El establecimiento de los centros carmelitas en lugares aislados y solitarios, la construcción de un monasterio central para las prácticas religiosas realizadas en común y una serie de celdas, separadas entre sí y del edificio conventual, para que el eremita llevara una rigurosa vida de meditación en solitario. A estos lugares donde los frailes llevaban a efecto su austera vida religiosa se les denominaba "Desiertos".
La reforma que planteó Santa Teresa en España se realizó sobre el fundamento conventual y mendicante, o sea, que las monjas llevaban una vida en comunidad y vivían de las limosnas que recaudaban de los vecinos. Una vida sacrificada, sin duda, pero que distaba mucho del concepto oriental y original que regía en los conventos de San Bartoldo.
Estos tres monjes querían continuar la Reforma "masculina" que inició San Juan de la Cruz en Pastrana y acercarla a la vida eremita y solitaria, ya que consideraban insuficientes los sacrificios que suponía la vida carmelita en los conventos fundados en ciudades como Ávila, Segovia o Pastrana por la Orden.
Inmediatamente, viajaron a Alcalá de Henares a trasmitirle la idea al Vicario General de la Orden, el genovés Padre Doria, para que aprobara el nuevo establecimiento y sus normas de conducta y consiguieron de éste la autorización para establecerse en Bolarque, en un paraje inhóspito pero de enorme belleza, entre la Olla de Bolarque y el Barranco del Rubial, a orillas del Río Tajo.
El Domingo 16 de Agosto de 1.592 se terminó de construir la primera Ermita, realizada con barro, piedras y ramas de pino, y que pasó a llamarse "de San Juan Bautista". Días después, se llevó al lugar una campana, el Sagrario y se ofreció una misa, inaugurando así el primer Desierto carmelita que pasó a denominarse "Nuestra Señora Santa María del Monte Carmelo".
A la comunidad inicial de tres frailes, comenzaron a unirse nuevos miembros y, por consiguiente, a levantar nuevos eremitorios o celdas hasta llegar al número de nueve.
Al año siguiente, 1.593, Fray Tomás de Aquino viajó a la Corte de El Escorial a ofrecerle personalmente al Rey Felipe II el patrocinio del Desierto en nombre de los Ermitaños de Bolarque y éste lo aceptó, pasando a denominarse "Real Sitio y Santo Desierto de Nuestra Señora Santa María del Monte Carmelo".
En seguida se propagó la fama del Desierto entre los aristócratas que, alentados por Don Francisco Contreras, Presidente del Consejo de Castilla, comenzaron a patrocinar con sus limosnas el levantamiento de nuevas ermitas en torno al cenobio, hasta llegar, ya entrado el Siglo XVIII, al número de 32. Entre las decenas de aristócratas y ricos burgueses se encontraban, entre otros, los Duques del Infantado y Medinaceli, el Conde de Lemos, la Duquesa de Feria, el Almirante de Castilla y la octava Condesa de Cifuentes, Doña Ana de Silva y de la Cerda (n. 1.587 - m. 1.606) - no confundir con su prima Doña Ana de Mendoza y de la Cerda, "la Princesa de Éboli", ni con su tía abuela Doña Ana de la Cerda, primera Señora de Pastrana -.

(Continuará)

sábado, 21 de abril de 2007

Historia del Lago de Bolarque (Parte I)




HISTORIA DEL LAGO DE BOLARQUE Y SU COMARCA
Parte I: Desde la Prehistoria hasta la batalla de las Navas del Marqués.

por Óscar Quirós.

El Lago de Bolarque y las tierras que lo circundan pertenecen a una unidad geográfica definida por la Sierra de Altomira y la confluencia de los ríos Tajo y Guadiela, y en menor medida, Arlés y Jabalera, en la comarca que actualmente se denomina la "Baja Alcarria". La presencia del agua, las ricas y fértiles vegas, la madera de sus bosques, la abundancia cinegética y las facilidades orográficas para su defensa, posibilitaron que estuviesen pobladas desde tiempo inmemorial.
Los escasos restos arqueológicos descubiertos en la zona, permiten fijar los primeros asentamientos en el período Calcolítico (2.500 - 1.700 a.n.e.). En este período de la protohistoria, también conocido como la Edad del Cobre o Eneolítico, aparece por primera vez en la Península Ibérica la agricultura organizada y el descubrimiento de la fundición del cobre. Así, podemos constatar cómo pequeñas comunidades ganaderas y agrícolas se fueron asentando de forma más o menos permanente en las márgenes del Tajo, principalmente, en el término de Almonacid de Zorita.
Las primeras referencias históricas sobre nuestra comarca, nos hablan de la existencia de un asentamiento íbero conocido como "Palaterna", que fue destruido por el pretor romano Tito Sempronio Graco sobre el año 180 a.n.e., y que muchos historiadores se empeñan en identificar con la actual Pastrana. Lo único cierto a fecha de hoy, es que este asentamiento íbero sigue sin encontrarse y, por lo tanto, lo único que podemos afirmar es que existió, aunque desconocemos su localización exacta y el nombre de la tribu celtíbera que lo poblaba. En todo caso, lo que si podemos adelantar es que en el término de Pastrana hemos podido encontrar, en unas cuevas labradas artesanalmente en la roca, una estela tallada con una veintena de caracteres del alfabeto ibérico septentrional todavía por descifrar.
Simultáneamente, a orillas del Río Guadiela y sobre el Monte La Rinconada (826 m.s.n.m.), en el término de Cañaveruelas (Cuenca), la tribu celtíbera de los "Olcades" levantaron una enorme ciudad fortificada en un paraje de inigualable belleza conocida como Erkauika, la Ercávica romana.
Es a partir del Siglo II a.n.e., cuando los ejércitos romanos conquistan la Península Ibérica denominándola, a partir de entonces, Hispania y dividiéndola en cinco grandes provincias administrativas. Bolarque queda ubicado en el extremo septentrional de la provincia Cartaginensis, limitando con Lusitania al Oeste y con Tarraconensis al Noreste.
La presencia romana en Bolarque viene determinada por la reconstrucción de Palaterna llevada a cabo, 125 años después de su destrucción, por el cónsul Paterno Paterniano, denominada a partir de entonces "Paterniana" según el historiador Ptolomeo; y por la expansión de la ciudad de Ercávica, dada su estratégica posición en el nudo de comunicaciones que los romanos extendieron a través de La Alcarria. La existencia de los restos de las calzadas de la vías romanas que unían Segontia (Sigüenza) con Segóbriga (Cuenca), Segóbriga con Complutum (Alcalá de Henares) y Ercávica (Cañaveruelas) con Segóbriga nos dejan innumerables restos de su ingeniería como un puente sobre el brazo del Río Guadiela conocido como el Pontón y el, también, puente romano sobre el Río Tajo que se levanta en el término de Auñón.
La forma de vida de la población durante el Bajo Imperio Romano viene determinada por la anarquía de poder y las largas luchas civiles, provocadas por los continuos levantamientos de las tribus celtíberas, de los Siglos II y I a.n.e. Este estado de alzamiento permanente, repercutió notablemente en el desarrollo de la rutinaria vida en las provincias de Hispania, produciendo una profunda crisis económica y social. La clase urbana hispanorromana, culta y aburguesada, vio escaparse de sus manos la dirección de nuestra provincia en favor de las clases rurales. La quiebra de las instituciones municipales, claves de su antigua prosperidad, dio lugar a una organización burócrata al servicio exclusivo del despotismo imperial y militar. Sólo la población rural, las "Villae" o grandes fincas de propiedad privada a las que no llegaba la acción directa del Estado, conservarán su autonomía e irán fortaleciéndose a través de la creación de núcleos independientes que, por sus propios medios, agruparán a sus habitantes y desarrollarán sus fuentes de riqueza, protegiéndose si es necesario con sus propias gentes armadas. La explotación de estos latifundios solía estar administrada por delegados del terrateniente.
Los hallazgos realizados en las proximidades de Albalate de Zorita, Zorita de los Canes y en el paraje conocido como "Las Colonias", da fe de la existencia de estos núcleos. En ellos, el centro del dominio territorial lo constituían las "Villae" con la residencia del "dominus", las dependencias y las tierras que el dueño se reservaba para ser explotadas directamente, mediante mano de obra esclava. Los campos restantes, se cedían, generalmente de por vida y en pequeñas porciones de tierra, a los agricultores (colonos o arrendatarios) que las cultivaban satisfaciendo un censo anual al Señor. A veces, la cesión de las tierras adoptaba una encomendación territorial e implicaba una relación de patrocinio que obligaba al encomendado a la prestación de servicios personales en beneficio del Señor. Por lo que el dominio era una fuente de ingresos directos (rentas) e indirectos (servicios) que satisfacían los campesinos al Señor.
En el Siglo V d.n.e., concretamente a partir del año 409 d.n.e., vándalos, suevos y alanos entran en Hispania aprovechando el desmembramiento y debilidad del Imperio Romano de Occidente y son, precisamente los alanos, los que se instalan en las provincias romanas de Cartaginensis y Lusitania. Rávena, la nueva capital imperial romana de Occidente, solicita ayuda a sus aliados godos que invaden la Galia e Hispania, expulsando a los alanos al Norte de África, e instalando su primera capital en Toulouse (Francia). Posteriormente, otra tribu bárbara, los francos procedentes del Norte de Europa, invaden el territorio visigodo de las Galias. Unos doscientos mil visigodos se refugian en la Península trasladando la capitalidad a Toletum (Toledo), estableciendo una monarquía electa entre las familias nobles, el código jurídico conocido como "Lex Romana Visigothorum" (o Breviario de Alarico, promulgado en el año 506 d.n.e.), la división administrativa del estado en provincias o "diócesis", y el cristianismo de culto arriano - secta herética que sería practicada en la península hasta que, Alfonso VI, impusiera definitivamente el rito católico romano en el Reino de Castilla en el Siglo XI.
Durante este período, gracias a la excelente comunicación que, a través del río Tajo, se podía mantener con Toletum, la capital del reino, el Rey Leovigildo mandó edificar la ciudad conocida como "Recópolis" en homenaje a su hijo Recaredo, para celebrar las sucesivas victorias militares en la campaña dirigida contra los suevos (año 578 d.n.e.).
En el término de Zorita de los Canes, existe una necrópolis visigoda y los restos de un asentamiento permanente que, entre los Siglos VI y IX d.n.e. utilizaron los hispanorromanos, los visigodos y los musulmanes con varios niveles de intensidad, en un paraje conocido como "El Cerro de la Oliva", en lo que parece ser, según Juan Catalina García López y otros autores, la ciudad de Recópolis. Para llegar a esta conclusión, se están realizando exhaustivas excavaciones, dirigidas en la actualidad por el profesor Lauro Olmo y que fueron precedidas por los trabajos de Juan Cabré, que han sacado a la luz un "tesorillo de 90 trientes" con monedas acuñadas con las efigies de los reyes visigodos Leovigildo, Recaredo y Witiza, además de una importante colección de vasijas , tanto finas como ordinarias, así como ánforas de aceite de probable origen norteafricano. En todo caso, y de ahí mi precaución en no afirmar que este asentamiento sea Recópolis, también se han encontrado basas de columnas y un sarcófago de mármol blanco romano, así como monedas de la época de Graciano, lo que me hace presumir que la ciudad no era de nueva construcción. Dicho paraje aparece citado en las Relaciones Topográficas de los Pueblos de España mandadas por el Rey Felipe II con el nombre de "Rocha-Frida". Además, la identificación de la ciudad como Recópolis, se basa en los textos del geógrafo e historiador hispano-musulmán al-Raçi que en sus escritos únicamente afirma que "el alcázar de Zorita fue construido con piedra traída de la cercana "Raqqupel", en lo que se me antoja un pobre argumento para una afirmación concluyente y definitiva.
En todo caso, las tierras que ahora ocupan las aguas del Lago de Bolarque quedaron enclavadas en los límites de las Diócesis de Ercávica y Toletum.
En el 711 d.n.e. las tropas beréberes, unos siete mil berberiscos y sesenta árabes, al mando del esclavo liberto Tariq y del gobernador de la provincia de Ifriquiyya (la actual Tunicia y parte
oriental de Argelia) Muça ibn Nusayr, entran en la Península Ibérica en ayuda del Conde de Melilla y los partidarios de Akhila, hijo primogénito del legítimo rey visigodo Witiza, en su lucha contra Don Rodrigo, uno de los dux o condes que pretendían la sucesión en el trono de Toledo a través de la elección del monarca entre la nobleza.
Rápidamente conquistan Sevilla, Badajoz y Toledo ascendiendo, después, por el curso del Tajo hacia Guadalajara, Zaragoza y Navarra. Comienza así un período de 374 años de dominación musulmana en el que se destruyen las Diócesis visigodas de Toletum y Ercávica, pasando el territorio de Bolarque a depender de Bagdad, Damasco y el Califato de Córdoba.
Es, entonces, cuando se repuebla la zona, principalmente con beréberes de las tribus de los Banu Salim, Hawara y Madyuna, convirtiéndose la mayoría de los anteriores habitantes al Islam, quedando judíos y cristianos en clara minoría.
A este territorio se le conoció como la Marca Media, que se extendía a ambas orillas del Tajo desde Mérida hasta Medinaceli, realizando dos hileras de fortificaciones, alcazabas y torres vigías. La primera de ellas, en el sector nororiental de la Marca siendo sus principales núcleos de defensa Guadalajara, Alcalá de Henares, Talamanca, Hita, Alcolea de Torote, Sigüenza, Atienza, Brihuega, Cifuentes y Medinaceli. La segunda, ya en la otra orilla del Tajo, la encontramos en las poblaciones de Cuenca, Huete, Uclés y Santaver (sobre el Río Guadiela, junto a las ruinas de Ercávica).
Los hispano-musulmanes entonces, dirigidos por el militar beréber de la tribu de los mibnasa Shaqya ibn Abd al-Wahid (768 - 777 d.n.e.), trasladaron el poder político y militar de nuestra comarca a Zorita ocupando el despoblado hispanorromano, y luego visigodo, del Cerro de la Oliva (Madinat al-Raqqupel). Simultáneamente, Shaqya mandó levantar, un precioso e inexpugnable Alcázar sobre un cerro cercano conocido como "Las Peñas de Yta" fundando, definitivamente, la actual población de Zorita completando así la retaguardia mahometana.
En su paso por nuestras tierras, dejaron huellas evidentes de su sabiduría, conocimiento y avanzada tecnología ya que fueron, los hispano-musulmanes, los primeros en tratar de dominar las crecidas del río Tajo levantando una pequeña presa en la Olla de Bolarque, canalizando y utilizando sus aguas remansadas en los regadíos que profusamente aparecieron en las vegas de Almonacid y La Pangía. El aumento de la calidad de vida y, por ende, de la densidad de población se traduce en la aparición de decenas de nuevos términos toponómicos derivados de la lengua del profeta Mahoma que aparecen en la comarca como el "Colmenar del Morisco", en la Isla frente al embarcadero del Club Náutico Bolarque; la "Peña de Horeb", en Auñón; Albalate, "al-Balat", que significa Camino; Almonacid, "al-Mounia Çidi" que significa La Huerta del Señor; Almoguera, la despoblada Aldovera y Zorita o Zurita, La Altura de Yta, que han perdurado hasta nuestros días. Otros términos, más generales, son "Wadi al-Hayyara", Río Entrepeñas, para designar al Río Tajo; "Wadi al-Lah", Río Divino o Río de Dios, para nombrar al Guadiela, o "al-Qarriat", el Altiplano, para denominar a la meseta castellana.
Tras veintidós años de fitna, (ruptura o guerra civil) cae en 1.031, en Córdoba, la dinastía omeya. Todas las grandes familias árabes, beréberes o muladíes, quisieron hacerse con las riendas de al-Andalus, surgiendo por todas partes Sultanes de taifas, "muluk al-Tawaïf", que se erigieron en dueños y señores de las principales plazas. Toda la comarca de Bolarque queda entonces bajo la jurisdicción de la familia Banu Dil-nun, gobernadores de "Tulaytula", la Taifa de Toledo. Esta división territorial provoca enfrentamientos entre Taifas y luchas internas de poder, que debilitaron la estructura política, económica y, sobre todo, militar de al-Andalus. Esta situación es aprovechada por los reinos cristianos de Castilla y León que, de la mano de Fernando I, el Cid y Alfonso VI, consiguen avanzar la frontera desde el Duero hasta el Tajo, sin hallar apenas resistencia. En el año 1.085, Alfonso VI avanza, desde Brihuega, hasta Toledo destronando a Yahya ben Ismaïl ben Yahya "al-Qadir". A cambio, el rey castellano le promete ayuda militar para conseguir la Taifa de Valencia, en la que gobernaría hasta que el Cid la conquistase en el año 1.094. Sin embargo, los terrenos ribereños del Río Guadiela quedaron en poder musulmán bajo la jurisdicción de la qura o provincia de "al-Qunqa" (Cuenca) marcando así, el Río Tajo, la frontera natural entre los Reinos de Castilla, Toledo y al-Andalus.
El antiguo territorio musulmán de Zorita y sus aldeas dependientes son, entonces, incorporadas a Extremadura (Extremos del Duero), región que abarcaba desde Soria hasta Medellín, como "Común de Villa y Tierra de Zorita", nombrando en 1.097 al primo del Cid, el Capitán Alvar Fáñez de Minaya, Alcaide de la fortaleza y sus tierras aledañas. Mientras, en la orilla oriental del Río Tajo, va tomando enorme importancia estratégica las poblaciones de Huete, a la que los andalusíes amurallaron y dotaron de fortaleza y de las que todavía se conservan un torreón, restos de silos, aljibes, canales y dos de sus puertas de acceso: El Arco de la Medina y el Arco de Almázar, y "Uqqlis" (Uclés).
Esta condición de "última frontera" entre el mundo musulmán y el cristiano, marcará el devenir de la comarca en el Siglo XII, prácticamente, hasta la batalla de las Navas de Tolosa. De hecho, en el año 1.113, los almorávides, que habían entrado en la Península en el 1.086, retomaron la fortaleza de Zorita hasta que los castellanos consiguieron su expulsión definitiva y repoblaron, en 1.148, el Concejo con población procedente del Reino de Aragón, principalmente, mozárabes y judíos venidos desde Calatayud.
En 1.152, el Rey Alfonso VII donó a Martín Ordóñez las tierras de Anguix para que las poblara y levantara una fortaleza dominando el Tajo. Tres años más tarde, concedió a Pedro Jiménez el Señorío de La Pangía y el dominio de las tierras ribereñas del Tajo entre Auñón y Almonacid de Zorita, quedando la fortaleza de Zorita bajo la protección directa del Rey. Y en 1.156 es cuando se obtiene la primera noticia documentada de la existencia de Pastrana y Albalate de Zorita, dos pequeñas aldeas creadas a la sombra del gran Alcázar y que fueron entregadas por el soberano a los mozárabes que habían repoblado el alfoz años atrás.
En el año 1.174, el Rey Alfonso VIII dona a la Orden de Calatrava el castillo de Zorita y su Alfoz y, seis años después, le distinguió con un conjunto de fueros que incluían una referencia a la comunidad judía de la población. El barrio judío estuvo situado en la zona septentrional de la ciudad de Zorita, intramuros. La donación de nuestra comarca a la Orden de Calatrava y las posteriores medidas políticas, económicas y repobladoras que adoptó el monarca fueron, sin duda, el suceso más decisivo de la Edad Media para el futuro devenir del territorio.
En 1.177, el mismo rey castellano, aliado con otros reinos cristianos, toma la ciudad de Cuenca, repuebla las comarcas de la Serranía y la Alcarria conquenses entregándolas a la nobleza y a las Órdenes Militares, principalmente a la de Santiago. En el año 1.180 se confirmaba la importancia estratégica del Alcázar de Zorita cuando se dota a la Villa de un ventajoso Fuero, convirtiéndola en cabeza militar y económica del territorio reconquistado a esta orilla del Tajo.
Finalmente, la crucial batalla de las Navas del Marqués (año 1.212 d.n.e.) contó con la ayuda de las tropas calatravas de Zorita y decenas de soldados reclutados entre los civiles de nuestro Alfoz.
Nos cuenta la leyenda que los caballeros calatravos dejaron durante meses la fortaleza de Zorita vigilada únicamente con unos ruidosos perros que ladraban sin cesar durante las gélidas y estrelladas noches alcarreñas. Desde entonces, a Zorita se le añadirá el sobrenombre "de los Canes".
El incontestable triunfo de las tropas cristianas en la contienda alejó, definitivamente, la amenaza, hasta entonces inminente, del dominio sarraceno y produjo el desmembramiento del imperio almohade en lo que se viene llamando los "terceros Reinos de Taifas", facilitando así el previsible, futuro y definitivo avance cristiano hacia el Valle del Guadalquivir.

(Continuará).


Artículo publicado en la Revista "Lago y Montaña". Número VI. Ed. Asociación Cultural "Lago de Bolarque". Almonacid de Zorita (Guadalajara, 2.005)