miércoles, 12 de diciembre de 2007

Sotoca de Tajo: La Peña de los Muertos



Sotoca de Tajo:
La Peña de los Santos

Texto y fotografías: Óscar Quirós Romero

Nombre del Yacimiento: Peña de los Santos
Localidad: Sotoca de Tajo, Guadalajara.
Nº de Yacimiento: 07/19/086/293
Descripción: Necrópolis Visigoda.
Cartografía S.G.E. 1:50.000; Cifuentes 512, hoja 22-20.

En las afueras de la localidad cifontina de Sotoca de Tajo, en un paraje conocido como "La Peña de los Santos", se han hallado restos de unas agrupaciones de tumbas de forma antropomórfica, excavadas en la piedra granítica y ya expoliadas, de probable origen tardorromano o visigótico.

Desde la prehistoria, el hombre ha buscado en la forma de enterrar a sus muertos una forma de venerar a sus ancestros, de llevarlos a la perfección en su recuerdo y acercarlos a la divinidad o la inmortalidad. A ellos se encomendaba cuando pasaba necesidades y a ellos agradecía los parabienes que la naturaleza le regalaba: Buenas cosechas, lluvias, fertilidad de las mujeres, victorias en el campo de batalla, etcétera.
La influencia del agua y los astros en la ubicación definitiva de las necrópolis se hizo patente en las primeras civilizaciones antiguas. Los egipcios ubicaban sus cementerios en la margen izquierda del Río Nilo y sus ciudades y palacios a su derecha, ya que es por ahí por donde sale el Sol. El amanecer significa la vida y amanece por el Este. El ocaso simboliza la muerte y sus necrópolis se situaban, por lo tanto, al Oeste del río. Este binomio entre lo celeste y lo terrenal será utilizado por prácticamente todas las culturas y religiones hasta nuestros días para ubicar sus enterramientos.
Curiosamente en la Península Ibérica, los visigodos, cristianos arrianos, adoptaron un sistema similar de sepultura en un época muy posterior en el tiempo (Siglos V al VIII d.n.e.) al Imperio faraónico, con un grado de civilización muy superior, ya que eran tribus bárbaras latinizadas procedentes de las regiones orientales de la actuales repúblicas de Hungría, Rumanía y Moldavía (la Dacia romana), encontrándonos en la época pre-musulmana con un sistema casi feudal de administración.
A sus muertos más poderosos o influyentes, en lugar de pirámides, les reservaban las altitudes graníticas de una montaña, generalmente, alejada del asentamiento permanente poblacional y, siempre, separados del poblado por un cauce, más o menos importante, de agua. Encontrado el lugar idóneo para el enterramiento, realizaban huecos antropomórficos, de cerca de un metro y veinticinco centímetros de longitud, horadados artesanal y pacientemente en el granito.
En las afueras de Sotoca de Tajo, a unos dos kilómetros, se encuentra una de estas necrópolis comunales de origen visigótico, en un paraje conocido como la Peña de los Santos. El lugar trasmite solemnidad y cumple con todos los requisitos para convertirse en un camposanto arriano. Desde lo alto de la Peña y rodeándola, se divisa el Barranco de la Fuente de la Nava, un desfiladero muy erosionado por la acción del agua, por el que discurre en la actualidad el suave cauce de un arroyo que, sin embargo, permite adivinar un impetuoso pasado como acuífero.
Sobre la mole granítica se distinguen perfectamente ocho cavidades antropomórficas, ya excavadas o expoliadas, dispuestas a pares en dirección Oeste-Este, con la cabeza dirigida hacia el ocaso solar, a la manera cristiana. Así distinguimos tres grupos de enterramientos separados entre sí, y en cada enterramiento dos o tres oquedades, a modo de unidad familiar, sobresaliendo unos cincuenta centímetros una por encima de las otras dos, en lo que podía ser una pareja de marido y mujer o de padres e hijo. En las cercanías de los habitáculos hay restos de lo que debieron ser las lápidas que las protegían, pero en ninguna de ellas hay trazos de escritura o de policromía.
El resto del macizo granítico está absorbido por la vegetación y fracturado por los agentes exógenos que actúan a lo largo de las estaciones, lo que nos impide saber si existen más enterramientos no excavados.
En la falda del cerrete, hay restos de muros, puertas y tabiques, de origen medieval, en lo que debió ser un refugio de ganado y varias ruedas de granito excavadas en las vetas de la roca, todas inacabadas y todas fracturadas, lo que hace pensar que las abandonaron inconclusas por ineficaces. De la misma forma, hay un curioso grupo de monolitos dispuestos en círculo del que, a ciencia cierta, no se sabe su origen o posible utilidad aunque, por su disposición, bien podrían haber sido puestas por los mismos pastores para ser utilizadas como lugar de reunión y asueto mientras descansaba el rebaño en las dependencias anexas. También se sabe que los mismos pastores, durante siglos, han venido depositando piedras de sal gema sobre el granito, lo que les confiere ese tono blanquecino, y así los rebaños se arremolinaban junto a las rocas para chupar la sal evitando la dispersión del ganado por el valle.
De regreso, nos despedimos de las, omnipresentes en el meridiano, Tetas de Viana o Peñas Alcalatenas para encontrarnos con el curioso "pino de las cuatro patas" y regresar a la frescura del lavadero de Sotoca de Tajo, donde el caminante se puede dar un generoso remojón en un lugar tranquilo, a salvo de indiscretas miradas.
La pequeña localidad de Sotoca de Tajo, también merece un corto paseo. Ubicada junto al gran río, que marca y divide la comarca, se encuentra abocada a él física y espiritualmente. Desde antaño los moradores de este pueblo han convivido con sus aguas proporcionádoles sustento y compañía.
De pleno sabor rural, abandonarse a los paisajes y sonidos que invaden las viejas callejuelas de su pequeño casco urbano es someterse de nuevo a las ancestrales leyendas de la reconquista castellana.
Sobre el caserío sobresale la Iglesia del Santo Cristo, de origen románico y, como atestigua su fachada, ha sido bastante remodelada a lo largo del tiempo, siendo la mayor parte del Templo actual construido en el Siglo XVI. Sin duda, es el edificio más importante de la población. Presenta diferentes cuerpos añadidos en sus laterales. La fachada, realizada en piedra trabajada y con forma de frontón, está rematada en un campanario de tres vanos, dos de mayor tamaño y uno central sobre un plano más elevado. Es una iglesia de reconquista, con planta de cruz latina y tres naves separadas por columnas con ábside, muy posiblemente como reminiscencia de una fase constructiva de estilo gótico.
Existe además otra Ermita, la de San Martín, de reducidas dimensiones que sigue el esquema del resto de las ermitas de extramuros de la comarca, con un interesante recinto "in antis". A escasos cincuenta metros, se alza una cruz y una placa conmemorativa que recuerda el lugar exacto en el cual, el 16 de Septiembre de 1.213, falleció San Martín de Finojosa.

A tener en cuenta:
- GR-10: Sotoca de Tajo está atravesada de Oeste a Este por el Sendero de Gran Recorrido GR-10 o E-7, en su camino desde Ruguilla a Carrascosa de Tajo, población perteneciente ya, y por la que se accede, al Parque Natural del Alto Tajo.
- Fiestas locales: 13 de Junio. San Antonio. Agosto. San Martín. Las fiestas patronales de Sotoca de Tajo se celebran, en honor de San Martín de la Finojosa, el segundo fin de semana de Agosto, recogiendo al santo en la Ermita de su advocación y llevándolo a la Iglesia Parroquial. Tras la misa se festeja con música y merienda y, después, es devuelto a la Ermita.
- Cobertura de móviles: Ningún operador de telefonía móvil tiene cobertura en esta población.
- Gasolineras y Supermercados: Las estaciones de servicio más cercanas se encuentran en Trillo y en Cifuentes. Hay varios supermercados, a 12 kilómetros de distancia, en Cifuentes.
- Basura: Conviene ir provistos de bolsas suficientes para no dejar ningún desperdicio, incluidas las colillas de tabaco. Los contenedores se encuentran junto al Juego de Pelota y el Lavadero, a la salida del pueblo.Y recuerden... "Siempre hay que dejar los lugares visitados, mejor de lo que los hemos encontrado", por lo que debemos "siempre" recoger cualquier resto inorgánico aunque no sea nuestro.

Datos útiles:
- Casa Rural "El Cerrao de San José". Ruguilla.
Situada a la entrada de esta localidad. Finca "El Cerrao". Tel: 949.818.823
- Casa Rural "Casa Bolilla". Ruguilla. C/ Juan Francisco Yela 23. Decorada con excelente gusto, cuidada gastronomía y exquisito trato. Tel: 949.818.912. Directora: Jordana de la Roja
- Habitaciones "Molino El Angosto". Ruguilla. Ctra. de Sotoca a Huetos s/n. Posibilidad de alquilar la casona entera o por habitaciones. Tel: 949.818.825

Este artículo ha sido publicado en:
- www.cifuentes.es. Página Oficial del Ayuntamiento de Cifuentes.

Documental TV:
- Serie "Caminos de Piedra y Miel", Capítulo "Pedanías de Cifuentes", Guadalajara TV, 2.004. Presentado por Cristina Cueto.

(C) Óscar Quirós, 2.004 - Revisado y actualizado en Noviembre de 2.007

lunes, 3 de diciembre de 2007

Ascensión al Pico Majalasna

ASCENSIÓN AL PICO MAJALASNA (1.934 m.s.n.m.)
Camorritos, Cercedilla.
Texto y fotografías: Óscar Quirós Romero






Localidad: Camorritos, Cercedilla (Comunidad de Madrid).
Cartografía: E-25 Guadarrama, Parque Natural de Peñalara. 1:25.000; Ed. Alpina 2.004/5.
Aproximación:
En automóvil: Partimos de Madrid por la carretera AP-6 con dirección a A Coruña. En Collado Villalba (Kilómetro 37), se toma el desvio señalizado hacia Guadarrama y el Puerto de Los Leones (N-6). Una vez atarvesada la localidad de Guadarrama se toma el desvío a la dereche con dirección a Cercedilla. Llegados a esta localidad continuamos hasta la Pedanía de Camorritos. Dejamos el coche junto al Apeadero de RENFE.
En tren: Se puede tomar el tren en las estaciones madrileñas de Atocha, Recoletos, Nuevos Ministerios y Chamartín. Línea 8b dirección Cercedilla y/o Segovia. Una vez en Cercedilla, trasbordo a la línea 9 que, en un breve recorrido de 10 minutos nos deja en el Apeadero de Camorritos.
En autobús: La línea 842 de la empresa Larrea, sale cada hora desde el Intercambiador de Moncloa hasta Cercedilla con parada en la Estación de RENFE. Allí tomamos el funicular que nos conduce hasta el Apeadero de Camorritos.
Duración: 3 horas.
Distancia: 7 kilómetros i/v
Dificultad: Baja - Media

El Pico Majalasna es uno de los grandes olvidados de la geografía serrana. Su situación es privilegiada sobre el Valle de la Fuenfría y las cumbres graníticas de Siete Picos. Todos lo hemos contemplado alguna vez, pero casi nadie sabe identificar cual es, ni cómo se llama.

Pues sí, Majalasna es la cumbre más baja y apartada de los Siete Picos y, además, es la única que tiene nombre propio. El resto de cimas tienen "motes" montañeros, por ejemplo, al cuarto pico se le llama "el Cuerno" por la forma de su saliente rocoso.
Esta mañana, yo tenía un día de esos en que habría mandado todo a hacer puñetas, como diría el gran Aute. Así que, de buenas a primeras, decidí preparar una mochila ligera y esperar a que el sol calentase la gélida mañana serrana, antes de salir hacia Camorritos en coche. Esto último no es habitual en mi. Me gusta, por ecología y ahorro, ir a los lugares de excursión en transporte público pero, en este caso, la escasez de trenes que unen Cercedilla y Camorritos y sus pésimos horarios (1), me hacen decidirme por el transporte más contaminente y menos conveniente. A sabiendas que actúo contra todos mis principios prestablecidos: excursión invernal, finales de Noviembre, entre semana, sin teléfono móvil, coche privado con un sólo ocupante... me he propuesto que nada, ni nadie, me va a impedir esta vez, llegar a la cima del Majalasna.
Lo cierto es que esta excursión me la he inventado yo, uniendo sobre un mapa diferentes tramos de sendas señalizadas. En todo caso, no sabía bien del todo qué me iba a encontrar por el camino, no tenía idea de su dificultad, ni de la situación de las fuentes, ni si me iba a ser más o menos fácil encontrar y seguir las señales. Pero mi idea era clara, seguir una senda con alguna dificultad (y no la pre-establecida desde el aparcamiento Majavilán, en las Dehesas de Cercedilla) hasta Majalasna, con inicio y final en Camorritos.
Una vez en el Apeadero de esta preciosa localidad, no se exactamente si es un barrio o una pedanía dependiente de Cercedilla, nos encontramos con una pequeña ermita y con la señalización de dos rutas diferentes: Camino de Siete Picos y Camino de las Encinillas. El primero es una pista forestal que invita a ser pateada y, debido a su nombre, a la confusión. La segunda, que es la que elegimos, está señalizada con las marcas rojas y blancas características del E-9 o GR-10 y se inicia junto a un modesto monumento dedicado a D. José de Aguinaga, el promotor-fundador de Camorritos.
Los primeros pasos los andamos por una calle sin asfaltar, en pendiente, entre bellas edificaciones privadas, hasta una barrera que superamos sin mayor problema. A partir de aquí, comienza una fuerte subida que se hace dura, no por la pendiente en sí, sino porque debemos estar pendientes de la infinitad de piedras sueltas y diminutas piñas que martillean nuestros pies y de no perder las señales del sendero.
Como siempre, la norma del GR-10 se cumple con precisión: Si andas más de 100 metros sin divisar una señal, significa que te has salido de la pista. Las señales suelen estar en los troncos de los árboles y, en ocasiones, sobre rocas prominentes. Con un ritmo normal y alguna parada para disfrutar de amplio valle que a la altura de la Piedra de las Encinillas se divisa, en 40 minutos estamos en la pradera de Navarrulaque.
Tras un pequeño descanso, cambiamos de sendero. El GR-10 continua en línea recta por la Carretera de la República o Camino Puricelli hacia el Mirador del Lanchazo o de la Reina. A nuestra derecha, se abren dos senderos. El primero, conocido como la Senda de los Herreros, aparece en nuestro mapa como el Camino de la Pata de Cabra y conduce, por la parte soleada del Cordal, hasta los Riscos de Cueva Lirón y la Pradera de Siete Picos. Es un camino muy duro, muy de montañero y que no todo el mundo debe intentar.
Nosotros, sin embargo, seguiremos las marcas amarillas que, sin pérdida, nos conducen hasta la Pradera de Majalasna. El sendero sigue siendo igual de malo que el anterior tramo del GR-10, por las rebaladizas vetas de pizarra, las piñas y los cantos de granito sueltos. Especialmente dura resulta una fuerte trialera que, una vez superada, nos conduce hasta la Fuente de Majalasna: Un pequeño reguero de agua proveniente del Arroyo del Polvillo. En nuestra subida, por la derecha, se abre el inmenso circo glaciar de Siete Picos. Una vez en la Pradera de Majalasna (1.917 m.s.n.m.), cambiamos de panorama. Desde aquí se divisa todo el Valle de La Fuenfría. El espectáculo es sobrecogedor. Las lenguas de bruma van acercándose entre el Puerto de Fuenfría y La Peña del Águila (2.008 m.s.n.m.). Entre ésta y La Peñota (1.945 m.s.n.m.). Lo cierto es que no me preocupan estas nubes, ya que son nieblas de irradiación y suelen ir acompañadas de buen tiempo.


Los tonos rosaceos del cielo y las nubes altas (cirrus) nos anuncian una noche especialmente fría y la probable llegada de un frente cálido. Es decir, que va a empeorar el tiempo en unas horas. Lo cierto es que el frío corta la cara y en la Pradera estoy muy desprotegido del viento. Decido tomarme un descanso de 15 minutos. Hace tan sólo 1 hora y media que ha comenzado mi andadura. Así que voy a tratar de superar los diecisiete metros que me separan del Pico. Hay que salvar unos enormes bloques graníticos para llegar a la cima que se alcanza sin dificultad. Sin embargo, desde la Pradera la vista es soberbia. Aprovecho este espacioo de tiempo para reponerme con dos barritas energéticas, mientras disfruto del espectáculo. Prácticamente, diviso la mitad de la Sierra madrileña. Un poco más abajo, el MIrador de Vicente Aleixandre. En lo más profundo, los tejados del Hospital de La Fuenfría, que con ese tono cobrizo, me recuerda a los paisajes de los profundos fiordos noruegos. Lejana y minúscula, la Cruz del Valle de los Caídos. Tras ella, la silueta del Monte Abantos. Al fondo, el Embalse de Valmayor. No me puedo imaginar cuántos kilómetros estoy divisando desde aquí...

Estoy empezando a tener frío en las manos y me queda una escasa hora de luz, así que decido regresar por donde he venido.
Ahora todo es más sencillo. En apenas 3 kilómetros hemos salvado un desnivel de 600 metros. Ahora, todo es cuesta abajo y más cómodo. En 20 minutos estoy en la Pradera de Navarrulaque.
Cruzando la Carretera de la República hay una caseta-refugio-fuente con un asiento, un tejadillo y un perchero rústico donde colgar la chaqueta. No me digas porqué, pero he decidido sentarme cinco minutos y disfrutar de un cigarrillo y del taca-taca de los pájaros carpinteros. Cuando empezaba a relajarme... recibo una inesperada visita.
Acaba de aparecer, por mi espalda un descuidado zorro. Es la primera vez que veo uno por aquí. Son muy huidizos y tienen todos los sentidos bastante agudizados pero, mi silencio, le ha pillado desprevenido y con la guardia bajada. Nada más verme, se queda quieto, observando mi reacción. Yo, sorprendido, hago lo mismo. Decide dar unos pasos describiendo un semicírculo. Está a unos seis metros de mi. Debe medir cerca de un metro veinte de largo. Unos venticinco centimetros de ancho. Su color es pardo, sus ojos verdes cristalinos. El zorro cogea ostensíblemente de la pata trasera derecha. No observo ninguna señal reciente de violencia, salvo una larga y estrecha calva en el pelaje de la pata afectada. Lo que tenga, está bien cicatrizado. Debió toparse con alguna trampa de un furtivo o con un cable de espinos en el pasado. Pero, a pesar de su cojera, ha logrado escapar y sobrevivir.
Con precaución de no hacer ruido, abro mi macuto y le lanzo a una distancia prudente una rodaja de chorizo sin levantarme de mi asiento. Se asusta, recula, se sorprende, se acerca y lo olfatea. finalmente, decide comérselo sin dejar de vigilarme.
Parece que le ha gustado y realiza otro semicírculo. Esta vez, me atrevo a probar suerte, y le lanzo una segunda rodaja cerca de mi, a tres metros. El animal duda, pero se acerca sigiloso, lo come y luego retrocede. Esta vez, se situa a unos cinco metros de mi. El muy ladino, termina por confiar y se sienta sobre sus reales. Le lanzo una tercera rodaja, esta vez, más alejada de mi. Y mientras la engulle me levanto de mi asiento y me pongo la mochila. Le digo adios y allí se queda. Atento. Sentado sobre su cola. Con esa mirada penetrante, astuta, profunda y, quizás, agradecida.
Adios amigo... Ha sido un placer, pero... no hagas estas cosas los fines de semana, eh? - le grito mientras me alejo de él - ¡Que no todos los humanos somos iguales!
Feliz por el fortuito encuentro, acelero mis pasos hacia el GR-10. Según me interno en el bosque, me quedo sin luz. Me apresuro a bajar. Otros 20 minutos de camino y estoy en el Apeadero.
La jornada en solitario a merecido la pena. La ruta merece ser repetida.

(1) Nota del autor: Los horarios de lunes a viernes en invierno de la línea C9 de RENFE son:
Cercedilla - Camorritos: 11h35 - 11h45; 16h35 - 16h45.
Camorritos - Cercedilla: 13h16 - 13h26; 18h16 - 18h26.
La duración del recorrido es de 10 minutos por trayecto. El funicular para en dos apeaderos: Cercedilla pueblo y Las Heras y Los Castaños, antes de llegar a Camorritos.
El precio del billete es salvaje: 3'60 euros = 600 pesetas ida y vuelta. Es decir, cuesta lo mismo Madrid-Camorritos, que Cercedilla-Camorritos-Cercedilla.
El trenecito en cuestión, suena, chirría, es obsoleto, lento e incómodo. Aún así, el viaje resulta encantador por la belleza del paisaje. Parece mentira que este cacharro sea de la misma compañía que construye y gestiona ultramodernos trenes de alta velocidad. ¡Porca Troya!

Más información sobre el Pico Majalasna:
- Avisón, Juan Pablo. "Las mejores excursiones por la Sierra de Guadarrama, 40 itinerarios". Ed. El Senderista. Madrid, 2.004.
- V.V.A.A. "Sendas del Valle de la Fuenfría". Ed. Consejería de Media Ambiente y Ordenación del Territorio. Comunidad de Madrid, 2.005.
- Cartografía: http:\\www.editorialalpina.com

© Óscar Quirós, 2.007.

Ruguilla: El Aroma del Silencio


Ruguilla:
El Aroma del Silencio.

Texto y fotografías: Óscar Quirós Romero.


Aproximación:
Desde Madrid:
Tomamos la Autovía A-2 o la Radial R-2 hasta el kilómetro 103. A la altura de Almadrones nos desviamos a la derecha para proseguir por la N-204 hasta la Villa de Cifuentes. Una vez allí se toma la carretera CM-2021 con dirección a Canredondo y Saélices de la Sal. A cuatro kilómetros nos desviamos a la derecha hasta Ruguilla.
Desde Bolarque: Conducimos por la carretera de Sayatón bordeando el Lago de Bolarque hasta que nos incorporamos a la N-320 con dirección Cuenca. Continuamos hasta Sacedón y nos desviamos a la izquierda hacia Cifuentes (N-204). Justo antes de entrar a esta población nos desviamos a la derecha para tomar la carretera CM-2021. A cuatro escasos kilómetros, tomamos el desvió que nos conduce, sin perdida, hasta Ruguilla.
Época de visita: Cualquiera. Cada estación tiene su encanto aunque es muy recomendable en Otoño y en Primavera.
Duración: 2 horas.
Dificultad: Nula.
Cartografía S.G.E.: 1:50.000; Cifuentes 512, hoja 22-20.

Situada a 882 m.s.n.m., entre la Villa de Cifuentes y la ribera del Alto Tajo, en un cerrado valle que la enmarca aparece, sutil y coqueta, la pequeña población de Ruguilla. Sus estrechas calles, salpicadas por decenas de casonas señoriales de arquitectura rural civil y la, siempre vigilante, Ermita de Santa Bárbara, esconden sus apenas cincuenta habitantes.
Rodeados de montañas horadadas por decenas de cuevas, que hacen sus veces de bodega y lugar de reunión de amigos y familiares, y fértiles vegas adornadas con filas de chopos, nogueras, olivos y olmos, aparece esta coqueta pedanía que llegó, allá por el Siglo XVII, a poseer el título de villazgo. El agua surge por doquier de la falda de los cerros que la protegen, los trinos de los pájaros y el doblar de las campanas de la vieja Iglesia de Asilo nos acompañan durante unos instantes tan apacibles, como mágicos.
Aprovechando los primeros rayos de sol, decidimos tomar un sendero que asciende por el Cerro de la Horca desde un pequeño parque infantil. La profusión de cuevas excavadas aprovechando los recovecos de la roca caliza del Cerro nos hace dudar si debemos continuar la marcha, o sentarnos en una de las cómodas entradas a las grutas que están preparadas con barbacoa y asientos tallados en piedra.
La curiosidad nos invade y decidimos asomarnos al interior de una de ellas. Su disposición es la misma desde hace siglos: Sobre la entrada unos arcos de medio punto de protección. Una vez dentro, un espacio para el lagar, donde se almacena la uva. En el pasillo de acceso, en el suelo, una gran piedra circular sobre la que se asentaba la vetusta prensa de madera con su gruesa soga y, finalmente, las aberturas laterales donde se alojan las enormes tinajas; donde el vino envejece y se mantiene con toda su frescura. Ni que decir tiene que, en los muros del pasillo central, se instalan unas baldas de piedra o ladrillo donde se apoyan cientos de botellas de cristal verde y enormes bolsas con corchos frescos listos para las labores de embotellado.
Decidimos seguir la marcha. Una vez en lo alto del Cerro, nos desviamos de la senda para disfrutar de la bella panorámica que, desde el repetidor, se divisa de Ruguilla.
Regresamos al camino y continuamos la marcha entre chaparrales, campos de cultivo, matorral bajo y plantas aromáticas como el espliego, la aliaga, la jara, el tomillo y la ajedrea. De vez en cuando, y a medida que nos acercamos a una línea de tendido eléctrico, aparecen unas curiosas chozas circulares realizadas en piedra. La disposición de las piedras y su tamaño, especialmente en la cubierta abovedada, nos hace especular sobre su incierta utilidad y fecha de construcción, ya que no se asientan sobre ninguna estructura de madera, ni tienen un tamaño suficiente como para albergar ganado o ser habitadas de forma continuada.
Seguimos caminando bajo un cielo despejado que nos permite ver, en la distancia, a las famosas "Tetas de Viana", dos enormes formaciones rocosas casi inaccesibles que los hispano-musulmanes denominaban ya Peñas Alcatenas, "Los Dos Castillos". Tras caminar unos cientos de metros entre terrazas dispuestas para el cultivo aparece, a nuestra derecha entre chaparras, un barranco que, por el momento, bordeamos hasta llegar a un alto en el que se encuentran talladas decenas de ruedas de molino de un tamaño y peso descomunales. Este lugar debía ser utilizado como cantera en tiempos inciertos aprovechando los filones de roca caliza. Algunas de estas "ruedas" se han abandonado en plena fase de extracción, bien porque se han partido, bien porque continúan, aún hoy, inacabadas esperando que aparezca algún maestro tallador y las libre del abrazo de su prisión pétrea. Ciertamente, podrían ser de origen celtíbero, pero no menos cierto es que son las mismas piedras de moler que hemos visto en las cuevas-bodega de Ruguilla y su origen podría ser bastante más reciente.
Nos cuenta Don Fernando, hoy nuestro entrañable guía y alcalde-pedáneo, que desde esta altura, se suele apostar con sus amigos ruguillanos para hacer esperas de jabalíes, que junto a los zorros, son los mamíferos más abundantes en esta zona de matorral y sotobosque. En cuanto a las aves, las perdices son las que más habitan estos bellos parajes, pero no son las únicas.
Bajo nuestros pies, el barranco que antes habíamos dejado de lado, se va convirtiendo, a medida que se acerca a Sotoca de Tajo, en un fértil valle lleno de verdes trigales y campos de olivo. Sin embargo, frente a nosotros, se alzan unos enormes farallones calizos conocidos como la "Cueva de los Moros".
Estas enormes formaciones rocosas, muestran decenas de aberturas a modo de balcones, en lo que parece una espectacular formación kárstica.
Decidimos descender por un lugar más apropiado para aproximarnos al lugar y tomamos un sendero, no señalizado, que recorre la falda del Cerro y que se conoce como Los Llanos. Tras unos cuantos saltos para salvar las distintas terrazas de cultivo damos con una senda señalizada con las marcas del GR-10. Si se continua hacia la izquierda, se llega a Sotoca de Tajo y a Azañón, población que se divisa al fondo. Si se continua a la derecha, se vuelve hacia Ruguilla, y ésta es la opción que tomamos para poder ascender a la "Cueva de los Moros".
Fernando abre el camino, por una especie de escalones tallados en la roca y unos asideros perfectamente amoldados a la mano humana. Aquí no hay duda de la presencia humana. Tras adentrarnos en uno de los balcones aparece una enorme cámara perfectamente excavada en la roca y comunicada con otras similares que existen en las entrañas de la montaña. Tanto la toponimia, como la tradición, atribuye a los primeros pobladores islámicos del Valle del Cifuentes la habitabilidad de este paraje. La montaña muestra signos evidentes de derrumbe en alguno de sus escarpados tramos, lo que nos hace regresar al sendero. Un poco más allá, hacia Sotoca, anidan varias parejas de Búho Real, especie rapaz nocturna, que junto con el águila perdicera, son la joya de nuestros montes y que deben ser protegidas por todos los medios del avance humano.
Retomamos la senda del GR-10, perfectamente señalizado en este tramo, hasta llegar a la Fuente de La Ruidera, donde podemos disfrutar de la deliciosa agua del manantial y donde, se nos antoja, un lugar ideal para almorzar. No es nuestro caso ya que Fernando, con su hospitalidad ruguillana, nos ha invitado a comer en su casa y degustar jamón serrano y un buen porrón de vino local como el que ya disfrutaban los legionarios romanos en tiempos, mientras cantaban y decían eso de: "¡¡¡ Hispania va Bonum !!!"...
Ruguilla es uno de esos lugares que a uno se le graban en la memoria, que no olvida jamás. Su recuerdo no sólo se compone de coloridas imágenes bucólicas, sino también del agradable aroma de su eterno silencio... que invita al viajero a regresar una y otra vez.






A tener en cuenta:
- Cobertura de móviles: Ningún operador de telefonía móvil tiene cobertura en esta población.
- Gasolineras y Supermercados: Las estaciones de servicio más cercanas se encuentran en Trillo y en Cifuentes. Hay varios supermercados, a 5 kilómetros de distancia, en Cifuentes.
- Basura: Conviene ir provistos de bolsas suficientes para no dejar ningún desperdicio, incluidas las colillas de tabaco. Los contenedores se encuentran junto a la Ermita de la Soledad, a la entrada del pueblo, y junto al Ayuntamiento.Y recuerden... "Siempre hay que dejar los lugares visitados, mejor de lo que los hemos encontrado", por lo que debemos "siempre" recoger cualquier resto aunque no sea nuestro.


Datos útiles:
- Casa Rural "El Cerrao de San José". Ruguilla. Situada a la entrada de la localidad. Finca "El Cerrao". Tel: 949.818.823
- Casa Rural "Casa Bolilla". Ruguilla. C/ Juan Francisco Yela 23. Decorada con excelente gusto, cuidada gastronomía y exquisito trato. Tel: 949. 818.912. Directora: Jordana de la Roja.
- Habitaciones "Molino El Angosto". Ruguilla. Ctra. de Sotoca a Huetos s/n. Tel: 949.818.825
- Bar y Centro Social. Ruguilla. Plaza del Juego de Pelota. Tel: 949.818.810

Este artículo ha sido publicado en:
- www.cifuentes.es. Página Oficial del Ayuntamiento de Cifuentes.
- www.ruguilla.com. Página particular de D. Fernando de la Roja Utrilla con información de la Villa.

Documental TV:
- Serie "Caminos de Piedra y Miel", Capítulo "Pedanías de Cifuentes", Guadalajara TV, 2.004. Presentado por Óscar Quirós y Cristina Cueto.

(C) Óscar Quirós, 2.004 - Revisado y actualizado en Noviembre de 2.007